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Editorial

Miopía política ante Al Qaeda

El testimonio de varios mandos policiales que han declarado como testigos en el juicio que se está celebrando por los atentados del 11 de Marzo ha puesto de manifiesto que las fuerzas de seguridad del Estado siempre fueron "un paso por detrás" de los terroristas. Ese retraso obedeció sobre todo a que el Gobierno de José María Aznar estaba obsesionado con la violencia de ETA y minimizó el peligro que representaba Al Qaeda. La escasez de agentes y de medios dedicados a la amenaza de la red de Osama bin Laden dificultó esa labor de rastreo.

Ahora, tres años después del 11-M, el peligro islamista no solo persiste, sino que se ha incrementado, sobre todo después de que el número dos de Al Qaeda, Aymán al Zauahiri, equiparara Ceuta y Melilla con Cachemira o Chechenia, conflictos que para miles de radicales simbolizan la opresión del mundo musulmán. Ayer mismo pudo comprobarse que ese peligro es actual: Al Qaeda amenazaba en un vídeo a España por mantener tropas en Afganistán.

Tramas islamistas magrebís y paquistanís, algunas muy arraigadas en ciertas zonas de España, como Cataluña, tienen a nuestro país en su punto de mira. Estas son razones suficientes para que resulte lógicamente exigible que los servicios secretos y las fuerzas de seguridad destinen los medios humanos y técnicos necesarios para prevenir un gran atentado. Es, en este sentido, muy importante la colaboración con Marruecos que, una vez superadas las consecuencias y el clima de resentimiento producido por el conflicto de Perejil, parece ir por buen camino.

Esos grupos islamistas radicales cuentan en España con suficientes redes de reclutamiento, financiación y apoyo logístico que en absoluto hay que desdeñar. Es decir, disponen de adeptos que pueden pasar a la acción. Las fuerzas de seguridad reconocen que el peligro de sufrir un atentado es el más alto desde el 2004. Y todo esto en un momento en que los países de nuestro entorno geográfico, como Argelia, Túnez, Francia y Gran Bretaña, se encuentran en máxima alerta. En Marruecos, el atentado perpetrado el domingo en un cibercafé de Casablanca por un kamikaze ha confirmado que la alerta en que vivía el país desde hacía un mes estaba plenamente justificada.

En España, sin embargo, igual que ocurrió unos meses antes del 11-M, todo parece indicar que se está prestando una atención insuficiente a las señales que alertan del peligro islamista. Este hecho propicia una falta de previsión que puede resultar dramáticamente llena de riesgos.

Al Gobierno y a la oposición, que se encuentran embarcados desde hace semanas en la bronca etarra que parece fagocitarlo todo, la amenaza islamista parece interesarles poco, menos desde luego que posibles conspiraciones o traslados de presos. Esta miopía no es, desgraciadamente un fenómeno nuevo en la política española, pero se repite en el peor de los escenarios posibles: el de un país donde el terrorismo, el de ETA y el de Al Qaeda, se ha convertido en arma política.

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