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El llanto de la tonadillera

TEtra lo que faltaba para que el serial estuviera completo. Isabel Pantoja detenida, llorando, escondida detrás de sus gafas oscuras, para simular que todo ha sido, sencillamente, un sueño. Dice que no entiende nada de lo que está pasando porque en el universo de Marbella se había establecido con tanta fuerza la impunidad que parecía imposible que el globo se desinflara. Cada década tiene sus símbolos en los ricos milagrosos que suben como la espuma y, en algunas ocasiones, bajan como el plomo. Lo de Marbella era, sencillamente, demasiado.

Muchos españoles hacen cuentas de los años que les quedan por pagar de su crédito hipotecario, que empobrece sus vidas a medida que los tipos de interés continúan su escalada. Muchos no saben ya si sus casas valen lo que han pagado. Dentro de la burbuja inmobiliaria hay mucho dinero negro; esos billetes de quinientos euros que ahora Hacienda investiga si han servido para que otros ayuntamientos, al igual que el de Marbella, haya brillado tanto como para deslumbrar a la mismísima Isabel Pantoja. La imagen de Pantoja es ahora la de la pesadilla de nuestros créditos.

Como en España hay que tomar partido, ya hay quien cierra filas con la tonadillera y quien pide escarmiento en plaza pública. Al final, si Isabel Pantoja es culpable, lo será sobre todo de haber sido fetiche de una época en la que la operación Malaya ha sido posible. Pero la memoria de los sueños de grandeza rotos es frágil. Dentro de una década volveremos a ver crecer este reflujo y también asistiremos a su vertiginosa caída. Entonces, tal vez Isabel Pantoja sea ya consciente del límite de sus deseos.

*Periodista

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