Y usted ¿qué haría?

El tema de conversación de los últimos días ya no es si el individuo que pateó la cabeza de la chica ecuatoriana en el metro de la Ciudad Condal debe o no debe estar en libertad. De lo que se habla, en cualquier tertulia que se precie de serlo, es de si el chico que se encontraba sentado en el metro debió o no debió intervenir. No voy a posicionarme por ninguna de las opciones pues creo que de piquito todos podemos ser muy valientes, solo tenemos que ver que cuando vamos con nuestro coche y otro vehículo se nos cruza para salir de una rotonda, los insultos se empujan unos contra otros para poder abandonar la boca; sin embargo si nos encontramos al mismo conductor o conductora en un pasillo y nos golpeamos hombro con hombro, la cosa no pasará seguramente de un --uy! perdona-- a lo que el otro responderá --no, no pasa nada hombre; porque claro, sin el abrigo de acero de nuestro coche y toda su caballería bajo nuestros pies para garantizar una huida segura, no le vamos a gritar al del pasillo ¡hijo de la gran..., me cago en..., es que no ves por dónde vas!, y otras lindezas que pueden escucharse por nuestras calles. Pues lo del otro usuario del metro barcelonés es lo mismo; decía la señora Esperanza Aguirre que era una vergüenza que no hubiese hecho nada, que esto se estaba pareciendo a la Alemania nazi que todos ven todo pero no hacen más que mirar para otro lado. Veamos, pongamos que soy yo el que va en el metro, me levanto y le digo al Sergi --oye deja a la chica que no te está haciendo nada; a lo que el de la coz responde: --perdona, perdona, no volveré a hacerlo. Me parece que sería una opción un tanto utópica ¿no doña Esperanza? Otra sería que le dijese: --¡oye! ¿no puedes dejar a la chica en paz? y el Sergi se diese la vuelta y me patease a mí la cabeza, a lo que yo respondería: perdona, perdona, era solo por preguntar; pues me da que tampoco ¿no cree doña Esperanza? Y otra es que le dijese: ¡oye so bestia!, ¿es que te ha hecho algo la muchacha? a lo que el tipo se de la vuelta y me suelta un mamporro que me deja el ojo como el cinturón de Rouco Varela, por lo que y como no podía ser de otra forma, yo me enciendo, lo cojo por el cuello y le estampo la cabeza contra la barra de la salida del vagón. Esta opción podría ser más real señora Esperanza ¿me garantizaría usted por escrito que nuestro sistema judicial no iba a tratarme como a un criminal?, ¿si recibo alguna pena, la pagaría usted, ya fuese económica o de privación de libertad?, ¿y si el Sergi se da la vuelta y me clava una navaja en el pecho?, ¿llamaría usted a mi embarazada mujer y a mi hija? Es por saberlo antes de hacerme el valiente... y usted ¿qué haría?

*Ricardo Hernández Martín (Correo electrónico)

En apoyo de laeducación en casa

Quiero aprovechar este periódico, para hacer llegar a sus lectores la situación de indefensión que sufren las familias en España que deciden educar a sus hijos en casa. En nuestro país existe un vacío legislativo al respecto, por lo que los padres que eligen esta opción, padecen la persecución de los servicios sociales, las concejalías de educación, la fiscalía de menores y a veces también el acoso mediático. En los Estados Unidos, hay más de un millón de niños, en esta situación y se han hecho estadísticas, que apuntan a que el nivel académico es considerablemente superior al de los niños escolarizados, por lo que las universidades los acogen encantados, por ser en general personas más creativas, maduras y motivadas para el aprendizaje.

Desde aquí mi apoyo a estas familias, que demuestran una gran valentía y coherencia por mantener sus convicciones, a pesar de las múltiples dificultades y la gran incomprensión que les rodean, esperemos que su esfuerzo sirva para que los políticos se sensibilicen y legislen al respecto.

*Aurelia Alvarez (Correo electrónico)

Recuerdo imborrable

Más allá de las inoportunas palabras de Rajoy sobre el cambio climático, me ha sorprendido que declarara sentir amor por la naturaleza. Señor Rajoy, no me haga creer que una de las personas que pudo hacer controlable el naufragio del Prestige pero que prefirió contaminar centenares de kilómetros de costa y una cantidad incalculable de agua y fondo marino ama la naturaleza. En esto también muestra pocos escrúpulos.

*Eugeni Rius (Correo electrónico)