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Editoriales.

Más dudas acerca del futuro de Irak

WEwl doble atentado registrado ayer en el centro de Bagdad, con más de 130 muertos y más de 500 heridos, vuelve a llenar de dudas la viabilidad del régimen iraquí. La matanza se ha producido esta vez a tres meses de unas elecciones legislativas, un trimestre después de la retirada de los soldados estadounidenses de las calles de las ciudades iraquís y solo dos meses más tarde de que otro atentado en Bagdad hiciera saltar todas las alarmas en cuanto a la eficacia de las fuerzas de seguridad bajo autoridad del Gobierno del primer ministro iraquí Nuri al Maliki.

Es decir, el golpe de mano de ayer en Bagdad ha dejado al descubierto todas las debilidades de un régimen y la facilidad del islamismo para poner en duda el proceso de institucionalización tutelado por Estados Unidos, bendecido por la comunidad internacional y generosamente financiado por los ocupantes desde el 2003.

Es evidente que la capacidad operativa de Al Qaeda o alguna de sus franquicias, autora del doble atentado suicida, y la inacabable fase de aprendizaje del nuevo Ejército y la nueva policía iraquís facilitan las cosas a los predicadores del apocalipsis. Justo es reconocer que frente al fanatismo de los suicidas, dispuestos a llegar hasta la vecindad de la zona verde sin temor a los riesgos, poco pueden hacer unas fuerzas de seguridad convencionales. Lo que realmente debe preocupar es la incapacidad de la Administración iraquí de desarrollar su propia red de inteligencia que permita prevenir razonablemente la libre circulación de los iluminados de la bomba y los ataques suicidas como el de ayer.

A todo lo cual debe añadirse que la petición de ayuda cursada por el Gobierno de Al Maliki a las fuerzas de Estados Unidos acuarteladas para que ayuden en la investigación es poco menos que un reconocimiento de sus limitaciones. Dicho de otra forma, los gobernantes iraquís siguen dependiendo de Estados Unidos en todo aquello que excede al despacho de los asuntos ordinarios, lo que seguramente debe resultar del todo preocupante para la Administración del presidente Obama.

Si esta situación se hace crónica, la probada incapacidad norteamericana para construir estados habrá quedado una vez más de manifiesto. Pero con ser esto grave, no es la peor de las consecuencias posible. La más temible es que Irak, después de pasar por el doble trauma de un régimen dictatorial y una invasión extranjera demoledora, se convierta en otro Estado fallido, empantanado en una inviabilidad crónica.

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