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el artículo del día / tras las primarias del psoe de madrid

No toda la culpa es de Zapatero

José Blanco quería someter a Tomás Gómez, mientras que Rubalcaba no quiso ser el candidato.

Que Zapatero se implicara abiertamente en la querella interna del PSOE de Madrid sin tener garantías de ganarla fue un grave error político. Que, además, podía haber evitado. Con la derrota de Trinidad Jiménez , ese error se ha convertido en un serio problema para él. Porque inevitablemente tendrá consecuencias.

La primera de ellas es ya irremediable: la imagen del presidente ha sufrido un nuevo y fuerte varapalo. En los medios de comunicación, que han sido casi unánimes en proclamar que el verdadero derrotado en Madrid ha sido Zapatero, y en la opinión pública, que necesariamente habrá hecho una lectura similar de los hechos. Pero, además de imagen, Zapatero seguramente también ha perdido autoridad. Ante los suyos y ante los demás, lo cual no deja de ser malo en medio de una crisis económica en la que una de las principales tareas del Gobierno es transmitir la sensación de que manda.

En el apartado interno, el del PSOE, las secuelas no serán inmediatas. Porque, más allá de los retóricos llamamientos a la unidad, de los aquí no ha pasado nada , que unos y otros actores del drama han repetido en las horas subsiguientes a su desenlace, es de esperar que el instinto de supervivencia se imponga a todos los niveles y que no haya salidas de tono. Cuando menos, en las próximas semanas.

XENTRE OTRAS COSASx, porque todas las cabezas visibles del partido se han implicado en el error de Zapatero en Madrid. Lo cual los excluye como cabeza de fila de cualquier iniciativa crítica hacia el líder, que mire, en última instancia, a su sustitución. Y sin eso no hay crisis interna que merezca tal nombre. Más adelante, se verá.

A la espera de acontecimientos, se recuerda que uno de los autores principales de la desdichada iniciativa madrileña ha sido José Blanco . Se dice que, en su caso, más que la necesidad de desbancar a Esperanza Aguirre , actuó la obsesión de frenar las ínfulas de Tomás Gómez , con quien llevaba tiempo abiertamente enfrentado. Blanco no estaba dispuesto a permitir que la FSM (hoy Partido Socialista de Madrid) volviera a las andadas, a la autonomía total respecto de una dirección con la que comparte espacio físico, y poder, en la capital de España.

Los hechos demuestran que Zapatero compartió su criterio. El secretario general del PSOE, como cualquier otro secretario general que se precie, es, sobre todo, un hombre de aparato. Es decir, alguien para quien el poder reside, principalmente, en el partido.

Pero tras la voluntad de cortar las alas a Tomás Gómez, vino el hallazgo de Trinidad Jiménez. Y puede que ahí fuera decisiva la actuación del otro hombre fuerte del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba . Suya es la frase con la que la dirección debió creer que acababa con las aspiraciones de Gómez: "Es el candidato que dijo no a Zapatero", sentenció hace unas semanas. Debía estar convencido de que ese llamamiento a los militantes a no distanciarse del poder constituido, achacando, de paso, connivencias objetivas con el PP a quien lo hiciera, habría de tener éxito.

Sin embargo, no ha sido así. La pasión política que ha generado la controversia con el poder socialista que nombró a dedo a Jiménez, ha llevado a no pocos militantes a arriesgar los beneficios que conlleva estar a buenas con ese poder. Algo habrá añadido la huelga del 29: más de un militante madrileño la secundaría.

Con todo, nada de eso explica el empeño del ministro del Interior, de Zapatero y del resto de la dirección en aupar a Trini. Si la prioridad era impedir una tercera victoria de Aguirre, ¿por qué no escoger a un candidato más fuerte? Seguramente porque el ideal para esa difícil tarea era el propio Rubalcaba. Tomás Gómez se habría plegado si ese hubiera sido el designio de la dirección. Lo malo es que el ministro del Interior no estaba por la labor. El tiene otros proyectos para los últimos pasos de su carrera política. Entre los que no está encabezar la lista socialista a las generales del 2012. En cualquier caso, Madrid no le interesaba y es muy posible que fuera él mismo quien propuso a la ministra de Sanidad. Una vez hecho eso, llegó, sobre la marcha, el argumento de que Trinidad daba bien en las encuestas.

Desde el domingo, los socialistas que están en el ajo no paran de hablar de esas cosas. Y de muchas otras más. Hay inquietud interna. Ya la había. La frustrada candidatura del exministro Asunción sugiere algo de eso en Valencia. Las protestas de los presidentes de las comunidades de Extremadura y Andalucía por los recortes de fondos que les debilitan electoralmente indican algo más que un enfado puntual. Varios alcaldes socialistas de ciudades importantes temen que la política del Gobierno les lleve a perder las elecciones de mayo del 2011. Patxi López no está precisamente encantado con Zapatero.

Posiblemente, ninguna de esas cuitas va a salir a la luz pública antes del primer batacazo electoral. Que podría producirse en Cataluña. Antes de eso solo cabe esperar la remodelación del Gobierno. Entre tanto, Zapatero podría dar un golpe de efecto y anunciar que será el candidato en el 2012. No pocos dudan de que lo haga.

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