Un nuevo caso de abandono animal se ha producido en la región. En esta ocasión ha sido en el polígono ganadero de Cáceres, donde ayer la policía local encontró a 28 caballos en un estado lamentable de desnutrición. Uno de ellos, muerto, servía de alimento a algunos perros, también hambrientos.

Los casos de maltrato a los animales menudean en Extremadura: ahora son estos 28 caballos; antes fue una burra, pateada en una fiesta de quintos; un perro, que fue tiroteado; un becerro bravo, que fue víctima de unos mozos en ferias. Estos hechos se producen en un ambiente social todavía permisivo, cuando no complaciente, con estas prácticas -habrá escandalizadas reacciones a la noticia que publica hoy este diario, contraponiendo tramposamente el maltrato animal a otro tipo de maltrato--, y también todavía ignorante de que el maltrato animal nos retrata como sociedad. De que el maltrato es un estigma que afecta al individuo que lo comete y a la colectividad en la que vive.

Existen suficientes herramientas para castigar este tipo de conductas, legales y judiciales, pero en ocasiones --ocasiones señeras-- se ha perdido la oportunidad de ser ejemplarizantes, de que las autoridades envíen a los maltratadores de animales el mensaje contundente de que este es un asunto serio. El caso de los caballos es ejemplo de esa laxitud: el dueño del corral y de los animales ya fue denunciado el pasado año porque en su cerca enterró dos yeguas, muertas de hambre. Ahora, solo el hallazgo de la policía local ha impedido que ese caso vuelva ahora multiplicado.