La revuelta popular egipcia se está viviendo en la prensa norteamericana con una intensidad mucho mayor que cualquier otro acontecimiento internacional de los últimos años. Porque un nuevo régimen en Egipto podría dar al traste con las posiciones que Estados Unidos mantiene en esa zona crucial del mundo y, especialmente, fortalecer a Irán y hacer aún más difícil la protección de Israel. Pero también porque los analistas opinan que los acontecimientos --que siguen a los de Túnez y al nombramiento de un simpatizante de Hizbulá como primer ministro del Líbano--, evidencian la debilidad política de los Estados Unidos en el mundo árabe.

La conciencia de esas limitaciones explicaría lo que ocurrió en la crucial reunión que Barack Obama mantuvo el sábado con los máximos responsables de la seguridad y de las fuerzas armadas en la situation room de la Casa Blanca y cuyo contenido filtraba ayer The New York Times . Según esa versión, el presidente moderó las duras críticas que el día anterior había hecho a Mubarak --y que algunos entendieron como un apoyo a los manifestantes egipcios-- y, lo que es más importante, expresó tajantemente la idea de que Estados Unidos debe alentar las reformas en Egipto, pero en ningún caso propiciar un cambio en la cúspide del poder. Es decir que Washington prefiere que Mubarak siga, al menos por el momento, porque cualquier alternativa puede ser peor.

Ese mensaje puede influir mucho en la posición que finalmente adopten los militares egipcios, en cuyas manos está, y en esto coinciden todos los analistas, la solución de la actual crisis. Porque, como también subrayaba The New York Times , las relaciones con sus colegas norteamericanos son antiguas, estrechas y renovadas constantemente. De hecho, el diario contaba que el jueves pasado decenas de altos jefes militares egipcios se encontraban en Washington asistiendo a distintas reuniones, que abandonaron para volver a El Cairo precipitadamente.

"En el mundo árabe se ha roto el muro del miedo", decía el editorial de Le Monde del viernes, refiriéndose a lo que está ocurriendo en Egipto, Túnez, el Yemen, Jordania y Argelia. Pero no está claro que por la brecha vaya a pasar también la democracia, al menos inmediatamente.