Excusas sobre el AVE

La información publicada ayer por este periódico según la cual los tres primeros tramos del AVE en Extremadura con obras comenzadas llevan entre diez meses y dos años de retraso, no solo abunda en lo que nadie discute --la demora acumulada de la obra--, sino en la cantidad de circunstancias (algunas esperables, porque una infraestructura de esta magnitud es tan compleja que es inevitable que haya factores no controlados que terminan haciendo que rebase los plazos previstos) que están impidiendo la ejecución normal del proyecto. Es bien sabido que los responsables políticos son muy inclinados a prometer obras y plazos que son imposibles de cumplir y que luego modifican con argumentos de variable consistencia, pero en el caso del AVE extremeño, algunos argumentos son, en realidad, excusas, y algunas excusas ya lindan con el terreno de, dicho de modo suave, lo imaginativo. No de otro modo se puede calificar la ´explicación´ ofrecida por Adif, el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias, para que los extremeños entiendan el retraso de al menos un año y medio que va a sufrir el trayecto Cáceres-Mérida: que las máquinas no pueden entrar en los terrenos sobre los que hay que trabajar debido a la lluvia, como si la lluvia --lluvia normal, no torrencial-- fuera un fenómeno infrecuente en invierno; o porque ha tenido lugar un anidamiento imprevisto de las avutardas, por lo que la empresa que acomete las obras ha solicitado una prórroga para realizar una parada biológica. No es serio. Máxime cuando hay otra explicación más verosímil, y de mucho mayor importancia, sobre el retraso de las obras del AVE: que algunos contratistas hicieron ofertas a la baja de hasta un tercio del presupuesto para que se les adjudicara la obra y ahora no pueden continuar el trabajo por falta de fondos, sucediéndose, una y otra vez, las prórrogas. Una circunstancia que, en cualquier contexto de prosperidad económica podría disgustar a la Administración, pero en tiempos de crisis...¿quién va a pedir prisa?