Tras seis años seguidos de subida constante del desempleo, el número de parados ha llegado a casi seis millones de personas --5.965.400--, la cifra más alta la de la historia de España. Casi 2.000 parados más cada día del 2012. A escala extremeña, el panorama no es distinto: 173.600 trabajadores sin ocupación, lo que sitúa a nuestra comunidad como la tercera con más tasa de paro, únicamente superada por Ceuta y Andalucía. Los datos facilitados ayer por la encuesta de población activa (EPA) confirman los temores que inspiraba la evolución de la economía en el 2012. En el cuarto trimestre se produjo una contracción del consumo del 1,6% como resultado de la eliminación de la paga extra de los funcionarios y del adelanto de las compras a antes de septiembre, cuando entró en vigor el aumento del IVA.

Si no se han alcanzado los seis millones de parados es porque la población activa ha disminuido. Los planes del sector bancario y de algunas grandes empresas permitirán que en el primer trimestre de este año se sobrepasen los seis millones. Y, aunque el Gobierno habla de que a finales del 2013 o principios del 2014 comenzará a crearse empleo, los analistas independientes son mucho más cautos y no se atreven a hacer previsiones optimistas. Coinciden en que no se ve el final del drama.

Mientras tanto, la población asiste estupefacta al ahondamiento de este pozo sin fondo al que tanto contribuye la reforma laboral que entró en vigor hace un año y que también ha abaratado los despidos en el sector público, de donde proceden más del 25% de los nuevos parados. Todo el mundo desea confiar en que los cambios introducidos por el PP en la legislación laboral agilicen la contratación con tanto vigor como ahora lo hacen con los despidos y que el primer síntoma de recuperación se refleje con rapidez en la creación de empleo.

Pero las perspectivas no son halagüeñas. Angela Merkel , la gran defensora de los ajustes y las reformas, se llevó las manos a la cabeza ayer en Davos al conocer el dato de que la tasa de paro juvenil en España sobrepasa el 55%. La propia canciller aludió a la posibilidad de que un desastre de esta magnitud provoque inestabilidad política, por lo que animó a tomar medidas, aunque sean temporales, para poner un freno. Pero es un pez que se muerde la cola, porque si los ajustes deprimen el consumo, la cadena productiva se colapsa y solo genera desempleo.