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El observador irreverente

Ahora que vamos despacio...

De mi lejana niñez recuerdo algunos momentos --muy pocos-- alegres y divertidos, cuando, agarrados de las manos varias niñas y chavales, hasta formar un corro, comenzábamos a correr o saltar de lado, cantando, al ritmo de los saltos, algunas cancioncillas desvergonzadas con las que sentíamos el placer de la irreverencia y el inocente tufillo de la lujuria.

Una de ellas era ésta, con la que titulo mi reflexión de hoy: "Ahora que vamos despacio (bis). Vamos a contar mentiras, tranlará (bis). Por el mar corren las liebres (bis). Por el monte las sardinas, tranlará (bis)..." Ingenua trasgresión infantil que solamente en algunos versos más procaces y descocados se conseguía el efecto deseado: que las niñas se turbasen y nos mirasen con inocente picardía.

¡Cosas de críos! Pero la verdad es que eso de "contar mentiras" algunos, ya más creciditos, se lo han tomado muy en serio aún después de la niñez. Siguen haciéndonos creer --o, al menos, lo intentan-- que ellos "atan a los perros con longaniza" o que todo el monte es "orgasmo", como decía uno de mi pueblo que se enredaba bastante con la significación de las palabras.

Después de lo ocurrido en distintos ámbitos políticos, sociales, financieros y hasta jurisdiccionales de nuestro país en el último año de este desdichado siglo, no extraña a nadie que los más relevantes personajes de la escena nacional hayan decidido "contar mentiras" sobre sus intenciones, sobre las previsiones del futuro y sobre los datos y detalles --quizá también falsos-- que se expresan en sus intervenciones y en sus cuentas bancarias.

XYA EN LA PASADAx campaña electoral todos los candidatos se dedicaron a este curioso deporte de no dar en la diana ni una sola vez, cuando hablaban de la crisis, de la creación de puestos de trabajo, de la rebaja de los créditos para adquirir viviendas o del final de los apuros de las familias para acabar cada mes con los recursos que le daban sus salarios. Tanto las causas del atasco económico, como su posterior desarrollo se atribuyeron a las torpezas del anterior gobierno, que no había sabido idear soluciones originales para capear la tempestad ni hacer las reformas oportunas para reinventar todo el sistema sobre precondiciones nuevas.

Viejo truco --como el de contar mentiras-- para descargar las propias responsabilidades: Siempre tienen la culpa los que estuvieron antes; ¡prueba de ello es que ya no están!. Lo malo de esta justificación consiste en que es que es muy provisional y enseguida se agota. A los pocos meses de utilizarla, si no han cambiado las coyunturas y circunstancias --cosa que ya empieza a ocurrir en España-- el argumento se cae por sí mismo y hay que buscar otro nuevo para mantener el corro y la carrera de embustes.

Todos los aspirantes a calentar sillones se desmelenaron en promesas y proyectos; acribillaron a sus antecesores con críticas y descalificaciones para proponer reformas e iniciativas destinadas a volver a conquistar los cargos y puestos --bien retribuidos-- que habían perdido en el anterior proceso electoral; ya que casi todos ellos, con muy escasas excepciones, eran profesionales de la política que venían saltando de sillón en sillón, desde hacía décadas, y tenían más que demostrada su ineficacia ante los problemas del País. Como siempre, la solución volvió a ser un nuevo corro y una nueva cancioncilla pegadiza para seguir "contando mentiras" con el mismo desparpajo y alegría que se había hecho antes.

Un gran político alemán del pasado siglo solía afirmar: "Nunca se miente tanto como después de una cacería, durante una guerra o a lo largo de una campaña electoral", basándose sin duda en la triste experiencia de su propia nación. Aunque en nuestro país también podemos añadir: "Y a lo largo de una legislatura", pues algunos partidos políticos, cuando disponen de mayorías suficientes en las Cámaras Legislativas, convierten la acción política en publicidad, las huelgas y manifestaciones en motivos para hacer "corrillos" y las declaraciones públicas de sus responsables en argumentos para seguir jugando al despropósito y a la trasgresión.

"Ahora que vamos despacio, vamos a contar mentiras, todos tendrán un salario y gozarán de alegrías".

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