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El observador irreverente

Que vivir solo es soñar

Sin duda, los jóvenes actuales, como los jóvenes de todos los tiempos, han ido construyendo en su mente un panorama idealizado y perfecto de lo que ellos esperan ser y vivir en el futuro. Como lo hizo Segismundo, el literario príncipe polaco, encerrado en su mazmorra, soñando con una vida mejor: "...y la experiencia me enseña, que todo el que vive sueña, lo que es, hasta dispertar".

Las nuevas promociones juveniles de españoles que van saliendo de sus estudios, de sus primeros trabajos, de la maduración de sus personalidades como profesionales, se están dando cuenta --como Segismundo -- que la "Vida es Sueño", y que todo lo que ellos concibieron, construyeron con su esfuerzo de estudiantes o imaginaron como enamorados de la vida, no son más que "una ilusión... una sombra... una ficción. Que el mayor bien, es pequeño... Pues toda la vida es sueño, y los sueños son".

Ya lo expresaba don Pedro Calderón en un perfecto castellano, en bien ordenados versos, cuando se refería a los soñadores de "utopías", en aquel siglo suyo --el XVII--, que, como el nuestro, estuvo empantanado en una larga y devastadora crisis de corrupción y mal gobierno: "Sueña el que a medrar empieza, sueña el que afana y pretende, sueña el que agravia y ofende... En el mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende...".

Ciertamente, es difícil de entender que después de consumir años y años --los más frescos e ilusionantes de su vida-- en el estudio y perfeccionamiento de una profesión o de un oficio; cuando en buena lógica, cada uno de ellos debería ocupar un puesto de trabajo en la compleja vida productiva del país, no existan tales puestos de trabajo, no haya siquiera campos de producción y solamente se les ofrezcan, como triste salida, ocupaciones marginales, a tiempo parcial y con retribuciones ínfimas, que apenas les sirvan para mantenerse vivos.

XALGO HAx empezado a fallar en la sociedad "ultracapitalista", consumista y hedonista, a la que nos tenían acostumbrados los gerifaltes del trampeo político-financiero. Algo que se resume en el viejo refrán popular: "El que parte y reparte se queda con la mejor parte"; lo cual explica la corrupción galopante y el desvergonzado saqueo que han llevado a cabo estos mismos gerifaltes sobre los fondos y propiedades públicas, antes de decretar los recortes y rebajas que han avocado al desastre.

El hombre inventó el dinero como un instrumento para facilitar el intercambio de bienes y servicios, como estímulo personal para crearlos y como medida homogénea para valorarlos con equidad y justicia. Con él se desterraba el incómodo "trueque" y se establecían tarifas, generalmente aceptadas, que impedían el engaño o la malversación. Luego inventó a los bancos --en un prolongado proceso histórico que pasó por los "cambistas", prestamistas y usureros-- para que controlasen y racionalizasen la abundancia excesiva, o la carencia del mismo, evitando así que perdiese su valor ante las gentes, en caso de "inflación" o sobreabundancia, o que se revalorizase en exceso, en el caso de la "deflación".

Mientras el dinero se troqueló en metales escasos y brillantes --oro y plata-- lo único que se vigiló con puntualidad fue el peso de las monedas y la proporción de su aleación con metales más bastos y duros --cobre y níquel-- para dar consistencia al numerario; pero en estas operaciones se produjeron los primeros fraudes delictivos.

En los siglos XIX y XX, con la invención del papel moneda, especialmente a cargo de los Estados, la abundancia de billetes, la expansión del crédito, la multiplicación del "dinero de plástico" y las incontrolables operaciones de Bolsa, la gente "soñó" con que podía tener de todo: coches de lujo, mansiones, fincas, vacaciones maravillosas y joyas. Solo era cuestión de saber manipular los mecanismos de las finanzas y estimular las esperanzas ambiciosas de los menos informados, que acabarían por perderlo todo.

Con este juego de trampas y abusos, la sociedad ha terminado como Segismundo, el ingenuo príncipe polaco, despertando en un mundo mucho más triste y desolado de lo que ellos esperaban. "...Así haremos, pues estamos en mundo tan singular quel vivir sólo es soñar, y la experiencia me enseña que todo el que vive, sueña lo que es, hasta dispertar".

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