No creo ingenuamente que todo lo de fuera sea superior. Ni a Italia mejor que a España. La etapa berlusconiana, aún coleante, fue letal para el elegante vecino. En un momento difícil, Enrico Letta pide disculpas a los jóvenes de su país obligados a emigrar y me reconcilio algo con la política... italiana. En la SER un socialista de ese país afincado en Barcelona las considera "disculpas vacías", pues no ve mejoría.

Dudo que Letta tenga mucho margen de maniobra, obligado a juegos malabares para formar gobierno, pero al menos no se le podrá negar humildad y sensibilidad. En España tampoco nuestros dirigentes tienen las manos libres, pero al contrario que el mandatario italiano, pese a la brecha enorme abierta entre sus personas y las nuestras, pese a que urge que se recupere la confianza en quienes al fin y al cabo son los responsables de nuestro bienestar, no nuestros amos, sino nuestros empleados, tales virtudes escasean.

Noticias como la de las cafeterías subvencionadas en Congreso y Parlamentos autonómicos levantan ampollas, pústulas, escoriaciones y todo tipo de desolladuras. El ciudadano herido cada día pierde más confianza. Cunde el escepticismo. No creemos a unos dirigentes a los que consideramos nada ejemplares. Ese pesimismo lo refleja el último barómetro de opinión.

En tal tesitura, al gobernador del Banco de España se le ocurre la macabra idea de considerar el salario mínimo cosa del pasado. El futuro incierto amenaza con que los asalariados sean también pobres de solemnidad. Y aunque los datos del paro en mayo son buenos, las desalentadoras previsiones de que el desempleo no bajará del 28% dosifican la cal y la arena, la esperanza y la angustia. Difícil aunque posible que en ese caldo de cultivo de precariedad, agobio, escepticismo e indignación un país remonte.

Si lo hace no será gracias a la humildad y sensibilidad de políticos como González Pons o Cospedal , que en lugar de empatizar con los jóvenes condenados al desarraigo, atribuyen a "espíritu aventurero" lo que en realidad no es sino obligada fuga de cerebros.