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Editorial

Apoyo de Obama a los rebeldes sirios

El uso de armas químicas era la línea roja que el presidente Barack Obama trazó para intervenir en la guerra de Siria. Después de varias informaciones de prensa que aseguraban que existe ese uso, la Administración estadounidense ha confirmado la muerte de entre 100 y 150 personas debido a ataques a pequeña escala con estas armas. Parecen muchos muertos para haber estado esperando la toma de una decisión repetidamente reclamada. Estados Unidos ha decidido ahora dar apoyo militar a los rebeldes. Lo que no ha detallado es qué tipo de apoyo.

La pasada experiencia de intervención masiva en Irak y Afganistán, con unos dudosos resultados sobre el terreno y una sangría de vidas humanas estadounidenses y en las arcas públicas, ha frenado a Obama y a su círculo próximo, sometidos ambos a la presión de un Departamento de Estado dispuesto siempre a enseñar y a utilizar el músculo militar.

La tardanza en tomar una decisión como la adoptada ahora ha favorecido al régimen de Bashar el Asad , cuyas fuerzas, tras el retroceso inicial, han recuperado terreno y han infligido daños a unos rebeldes que han visto cómo aparecían grupos de tendencia yihadista que han intentado arrebatarles la bandera de la rebelión. También se ha producido otro hecho muy preocupante para una solución y es el protagonismo militar de Hizbulá en defensa del régimen con el apoyo de Irán.

Por todo ello, el cambio de posición de la Casa Blanca debe ser bien recibido. Sin embargo, muchas son las incertidumbres que giran a su alrededor. La primera es saber hasta dónde está dispuesto a llegar Estados Unidos. De momento, Obama debe consultar con el Congreso, y después, la próxima semana, con el G-8, que se reúne en Irlanda. El encuentro permitirá conocer cuál es la postura real de los países europeos, que han disfrazado su aversión a la intervención amparándose silenciosamente en la inacción mantenida por Washington. También en Irlanda Obama tendrá ocasión de saber de primera mano qué piensa Vladimir Putin , el apoyo más fiel y generoso que ha tenido y tiene Asad. La tardanza en tomar una decisión (según la ONU, ya se han causado 93.000 muertes) ha complicado la situación sobre el terreno, pero la intervención tampoco es garantía de un final pacífico en la zona, y menos en un país donde se está debatiendo con fuego real el futuro de Oriente Próximo.

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