Alfredo Pérez Rubalcaba y la cúpula del PSOE tienen probablemente razón cuando dicen que lo primero son las ideas y después la elección del líder que debe aplicarlas. A la renovación de las ideas y a la aprobación de un programa marco se dedica la conferencia política que el partido ha estado celebrando este fin de semana en Madrid. Tras nueve meses de elaboración, los delegados a la conferencia política socialista han discutido una ponencia con propuestas interesantes y novedosas en unos momentos en los que el desconcierto y la desafección dominan la vida política con un Gobierno achicharrado a menos de dos años de su toma de posesión y con una oposición socialista que no levanta cabeza pese al desprestigio sufrido por Mariano Rajoy y de su Ejecutivo.

Entre las propuestas destaca sobre todo una reforma de la Constitución que va más allá del proyecto federal e incluye el reconocimiento de la sanidad pública como derecho, la creación de un fondo de garantía del Estado del bienestar, el voto para los inmigrantes y la prohibición de las amnistías fiscales. El PSOE aboga también por la revisión del concordato con el Vaticano y una reforma fiscal para que los ricos paguen más y los más pobres estén exentos de tributación, así como una iniciativa tan inédita y necesaria como el blindaje de las necesidades energéticas y de salubridad mínimas para las familias sin recursos, es decir, que las compañías de servicio público, aunque sean privadas, no corten de forma fulminante la luz o el agua, como sucede hasta ahora, al primer impago y tengan que esperar a la recepción de las ayudas.

El problema de estas propuestas, como el de todo el partido, es su credibilidad. Aún no ha pasado el tiempo suficiente desde la salida del PSOE del Gobierno como para que la gente deje de preguntarse: ¿por qué no lo hicieron cuando gobernaron? Y esta falta de credibilidad remite directamente a uno de los temas que no se quieren abordar en la conferencia, el del liderazgo. No hay que disentir del análisis de Felipe González sobre Rubalcaba (buena cabeza, con problemas de liderazgo) para pensar que mientras la renovación no alcance a la dirección, demasiado comprometida con el último Gobierno socialista, el PSOE no recuperará la credibilidad. Otro tema ausente de la reunión, las relaciones con el PSC, tampoco está resuelto, como se vio en las primeras intervenciones, y tarde o temprano habrá que abordarlo.