TLta leyenda del indomable, película dirigida por Stuart Rosenberg e interpretada por Paul Newman , narra el intento de fuga de un grupo de presos de una prisión de Florida. Luke Jackson , rebelde incombustible, se convierte en el ídolo de los reos, que ven en él el único acceso posible a la libertad. Los vigilantes --así lo mandan los cánones-- son duros y cuidan, con mayor o menor éxito, de que ninguno de ellos consiga escapar.

¡Películas! ¿Quién creería algo parecido en la vida real? Un sistema que trata de mantener a los presos en la cárcel solo puede darse en una película americana. Aquí ocurre todo lo contrario: el gran objetivo de quienes preservan el cumplimiento de las leyes no es retener en sus celdas a los delincuentes, sino abrirles la puerta para que se marchen a casa. La vida real, ay, es siempre más dura que la ficción.

La doctrina Parot, derogada por el Tribunal de Estrasburgo, se ha encargado de emponzoñar la vida pública al sacar de las jaulas a los más peligrosos animales. Los familiares de las víctimas y los vecinos de estos presidiarios en libertad no tendrán que vérselas con un guapo entrañable de ojos azules sin más delito que haber roto un parquímetro durante una borrachera, como ocurre en la película, sino con violadores, terroristas y asesinos, gente sin escrúpulos y seguramente sin posibilidad de retención.

En el filme de Rosenberg el gran indomable es un preso esclavo de sus pulsiones, alguien nacido para huir de sí mismo; en la vida real el gran indomable lo encarna el sistema judicial, empeñado en hacer de la Justicia un juguete al servicio de los malos de la película.