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Puntá sin hilo

Pezones

Decía mi profesor de Historia del Arte que una de las grandes victorias del Imperio romano fue su forma de conquistar, ese proceso de «romanización», por el cual incluso cuando ya no estaban, cuando ya no eran poder, ni siquiera civilización, seguían existiendo. Habían dejado implantada parte de su esencia, habían entrado en la vida de las personas y estas abrazaban su legado complacidas, haciendo suya esa forma de ver el mundo. Ese proceso se produce lentamente, es casi imperceptible.

La guerra contra los pezones de las mujeres se está produciendo así. Muy poco a poco, pero de forma implacable. Y no hablo sólo de las vergonzantes miradas de reprobación o, incluso insultos, que algunas mujeres han de sufrir por dar el pecho en público a sus bebés. Que también. Tampoco me refiero a los comentarios incómodos y condenatorios en las playas cuando hacemos topless. Que también. De lo que hablo, principalmente, es de esa nueva cultura que estamos construyendo, la digital. De cómo se está creando, o cómo estamos dejando que la creen, y de su gran simbolismo e influencia.

Hoy, el principal instrumento de comunicación es la imagen y las redes sociales (nos guste o no, estemos en ellas o no), están jugando un papel inmenso. Más aún con nuestros jóvenes. Y en gran parte de ellas, los pezones de las mujeres (sólo de las mujeres) están prohibidos, demonizados, perseguidos, borrados completamente. Ni las fotos artísticas se salvan. Están censuradas. Y eso se asume como normal. A tal punto llega el asunto, que ha habido iniciativas para mostrar cómo hacer un examen mamario para detectar el cáncer y un hombre de formas voluptuosas, con pechos carnosos digamos, ha hecho de modelo para evitar la censura. La campaña también era una denuncia en sí misma. Todo muy natural, ¿verdad?

Por ahí van los mensajes que devoran nuestros jóvenes, incluso nosotros. Sólo una mirada machista, que cosifica y erotiza todo lo que tiene que ver con la mujer, explicaría esta tendencia. Y lo más duro de este legado que quieren que traguemos es que no se reduce a esta pequeña parte de nuestro cuerpo. Es una parte por el todo. Es una forma de ver el mundo que, sin darnos cuenta, vamos haciendo nuestra.

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