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Las cenizas y el Papa Francisco

Polvo eres y en polvo te convertirás» es una frase que me devuelve a la infancia: cada vez que pasábamos por algún cementerio alguien, normalmente mi padre, la pronunciaba. Y a mí me daba repelús.

Todavía hoy me lo sigue dando, aunque también con los años se acepta, o se cae en la resignación, de saber que es otra manera de asumir el fin seguro en este mundo y, como se dice, descansar en paz. Porque si eres polvo ¿de qué te puedes preocupar? Yo suponía que de absolutamente nada. Resulta que ahora sí.

El papa Francisco ha aprobado esta semana un documento en el que esparcir las cenizas de los difuntos, dividirlas, conservarlas en casa o convertirlas en un recuerdo --como un diamante-- queda vetado para los católicos bajo pena de negación de las exequias.

Parece ser que para asegurarse un buen sitio en el Más Allá ya no sólo hay que seguir los preceptos religiosos en vida sino también en el después de, cuando no eres más que polvo. Todo gracias a la reforma de una doctrina que llevaba vigente desde 1963, algo que para los poco ortodoxos en la materia resulta cuanto menos aleatorio.

Quede claro que nadie está obligado en nuestra sociedad, en principio, a ser miembro de la Iglesia. La fe es totalmente libre, como lo es la crítica.

A mí siempre me ha llamado la atención esa fijación por lo terrenal, por lo corpóreo, en una religión cuyo objetivo final es la salvación del alma. Luego se acercan estas fechas y una va asumiendo que la muerte traspasa el estricto sentido espiritual.

Nuestros cementerios se llenan de vida, se inundan de colores, flores y velas, de gente que, por creencia o por deseo, rinde así tributo a sus difuntos. Los niños se van a comer las castañas por la tradicional ‘chaquetía’. O se iban, no sé muy bien cuán vigente sigue la costumbre, si ya ha sido suplantada por Halloween y la merienda en el campo ha sido sustituida por el tan clásico «truco o trato».

Creo que el paganismo, de donde viene la Noche de Brujas, debería nombrarse en la lista de «cualquier malentendido panteísta, naturalista o nihilista» a evitar en el citado documento. Pero el pontífice Bergoglio raramente llegará a esta página. Y aunque lo hiciera, viniendo la recomendación de una mujer, tampoco tendría ni voz ni voto para aconsejar al pastor en la ordenación del rebaño.

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