Qué misterio explica que gran parte de la izquierda (la CUP y sectores de Podemos y sus confluencias) se declare afín al independentismo catalán, hasta el punto, incluso, de alinearse con partidos de ideología tan liberal o socialdemócrata (PdCAT o ERC) como la de los partidos (PP, PSOE) que descalifican como ‘casta’ en España?

Parece extraño, de entrada, que la izquierda apoye algún tipo de nacionalismo. No solo por el rechazo esencial que debe a una ideología consagrada a la defensa de intereses oligárquicos (los de burguesías locales en busca de poder político) y la discriminación entre ciudadanos (según criterios étnico o culturales), sino también por el contrasentido de adoptar una estrategia de lucha que, en vez de abrirse al espacio internacional (que es donde tiene sentido), acaba por alentar el tipo de deriva reaccionaria e identitaria que tanto critica (y con razón) en otros lugares del mundo: lo que ha movido a los votantes del brexit o de Trump (el ‘nosotros primero’) no está tan lejos de lo que mueve, en el fondo, a muchos independentistas catalanes.

Ni siquiera desde el ‘nacionalismo de los pueblos’, más romántico y afín a cierta izquierda, se comprendería el apoyo de esta al procés. Nadie podría afirmar hoy que Cataluña sea un ‘pueblo colonizado’ (son otras regiones más pobres, si acaso, las que podrían aducir esa condición), ni que sus rasgos culturales o sus intereses económicos hayan sido maltratados o desatendidos por el Estado. Más bien ha sido Cataluña, dado el peso que da el sistema electoral da a los partidos nacionalistas en el Parlamento, la colmada de prebendas en perjuicio de otras regiones.

Otro motivo para justificar el apoyo de la izquierda al referéndum y al procés podría ser la confusión entre estos y un genuino movimiento social de repulsa al PP (que la izquierda habría de alentar y aprovechar). Pero esto es falso: procés y referéndum no provienen de la indignación popular por la política del PP, que en economía ha sido la misma que la de CiU y que en su rechazo al estatuto no levantó más revuelo que el de las mismas élites nacionalistas insaciables que lo promovieron. El procés proviene de una confluencia coyuntural de intereses entre la minoría que siempre ha defendido la secesión, un nacionalismo moderado agónico y necesitado de sobrevivir (chantajeando al Estado) y -esto es lo enigmático- una izquierda radical que, increíblemente, cree ver en la independencia la ocasión para instaurar cambios políticos sustantivos.

Un último motivo para justificar la simpatía de la izquierda por el procés tiene que ver con la legitimidad que se otorga al referéndum: «los catalanes tienen derecho a decidir - dicen -, y negar ese derecho es antidemocrático». Pero esto no se sostiene. En ninguna democracia se vota todo, y en ninguna es lógico votar aquello mismo (la «soberanía del pueblo catalán») que se impone como condición del voto (solo el «pueblo catalán» es soberano para votar). De otra parte, en un país democrático la desobediencia civil solo es legítima cuando existe una causa bien justificada, cuando es protagonizada por la propia sociedad civil, y cuando no hay cauces legales suficientes. Pero ninguna de estas condiciones se da aquí: no hay en el nacionalismo catalán (desde la perspectiva de la izquierda) ninguna causa justa, la desobediencia ha sido promovida desde las propias instituciones catalanas, y no es imposible -por costoso que sea- instituir un proceso legal para realizar un referéndum consultivo.

¿Qué explica, en fin, la armonía entre el independentismo y la izquierda radical, cuando de lo que debería tratarse -para esta última- es de derribar fronteras y oligarquías nacionales (también la española), y no de aumentarlas? ¿Cree de veras que al abrigo de una burguesía local plenamente empoderada tras la independencia iba a estar más cerca de acabar con el capitalismo? E incluso si tal cosa fuera creíble: ¿Cómo entender que tamaña muestra de insolidaridad (cambios revolucionarios pero solo para catalanes) contase con el beneplácito de una izquierda consecuente con sus ideales?