Lo primero, un puñadito de nueces para avivar el seso. Porque el asunto requiere de todo el seso disponible. El sexo viene luego. Centrémonos en el seso y principiemos por el título o titular.

Pensé titular «Bienvenidos», lo propio para recibir a reyes mayos con camellos, pajes y sacos reventones. «Bienvenidos a Castilblanco», o mejor aún, «Bienvenidos a Extremadura», señores de oriente. ¡Oh, capitostes del capital canadiense! ¡Bienvenidos a nuestras humildes parameras!

Lo pensé, pero me pareció que, siendo cortés sin reparo con los alienígenas, pudiera llevar a engaño a los indígenas. Así que, por un momento, me tentó ponerme a Berlanga por montera y titular «Bienvenido, Mr. Marshall». Pero pronto caí del caballo,… ¿qué sé yo de las intenciones de los inversores? Nada sé. Ni nadie me lo ha contado. Así que, a modo de transa, escogí «Bienvenido (Mr. Marshall)», que viene a ser como que «sí, pero no sea qué».

Estoy con Álvaro Jaén. Este muchacho ha cantado las verdades del barquero. Lo de estar con Podemos y darle besos en los morros a Álvaro Jaén no me ha sido posible hasta hoy. Primero porque hasta hoy semejante gandalla no acababa de enamorarme, y, segundo, porque hasta ayer mismo semejantes prácticas sexuales eran consideradas aberrantes por el Papa (el anterior, claro está). La han clavado (los podemitas). Casinos, juego, vicio de arrastre, ventajas fiscales con v, beneficios fiscales con b, vicio de pincho, sueldos a nivel del subsuelo, libertad para casi todo lo que a los demás se les prohíbe, y, todo ello, en una espiral de capitalismo de enchufe.

De cuando Godoy no recuerdo, y de cuando Bravo Murillo tampoco; pero recuerdo, en los años que he vivido, vivir a golpe de fiasco. Los míticos ordenadores Dragón de Casar de Cáceres, que nos ponían en órbita y que, hay quien afirma, acabaron en la órbita del vertedero de Alcuéscar. La central de Valdecaballeros, que se tragó la pasta y nos dejó el orgullo tan limpio como los bolsillos. La Hering de Badajoz, que dio para unos viajecitos descocados a Brasil y poco más. Y la refinería. Todo en bucle.

Hace tiempo que España dejó de ser la séptima potencia industrial del mundo. España (y Extremadura a su cola) va camino de ser la Cuba de Europa. O sea, resorts, black jack, drinking, balconing y kellys. Ser camarero no es mejor ni peor que ser ingeniero. Lo triste es tener que ser a la fuerza una de las dos cosas.

Por otro lado, nada hay tan degradante en Derecho como aprobar leyes a medida de un señor o señorito (aunque no se le nombre). Es la renuncia a la igualdad. Es propio de regímenes de popa ancha. Y los primeros que deberían protestar son los dueños de casinos a los que se les ha obligado a más y a más pagar.

¿Diez mil puestos de trabajo? ¡Ojalá! De momento, lo cierto es que esto al PSOE le permite salvar la legislatura y le da aire de cara a las elecciones del año que viene. Tiene una promesa electoral de calado (se cumpla o quede todo en agua de borrajas). Además, como de esto se va a hablar más que del tren, distrae el debate de los pobres resultados de su gestión y lo centra a favor de obra. Además, se merienda a los de Podemos, que si permanecen instalados en la oposición al proyecto siberiano, en La Siberia no les vota ni su madre, y en el resto de Extremadura solo su madre. Y mientras, el PP y Ciudadanos no pueden sino subirse al carro en marcha, por mucho que desconfíen de que promesas tan elefantiásicas puedan cumplirse. Al fin y al cabo, es libertad de empresa, dopada, pero empresa; y tranca, capitalista, pero tranca.

En fin, como dice un buen amigo mío, tan hondo en sus reflexiones como afilado en su verbo, «¡ojalá no nos quiten la subvención de los garbanzos!»