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Soliloquios

Invierno o verano

Al verano ya le hemos borrado el nombre, pero aunque dejemos de nombrarlo, quizá se haga el remolón y no se lleve su calor hasta mediados de otoño. Eso es lo que viene haciendo los últimos años. Se va tarde. Aunque cierto es que también llega tarde. No crees tú que al otoño le guste que su caluroso antecesor le usurpe sus días, pero el clima ha dejado de decidir la idoneidad de la estaciones y éstas se permiten proceder a su antojo. Algunos humanos piensan que esto ocurre porque no estamos tratando bien al planeta contaminando la atmósfera, otros que la naturaleza dicta aleatoriamente los ciclos de lluvias, calor o frio que debemos recibir, hagamos los que hagamos.

Fuere por lo que fuere, nosotros seguiremos maldiciendo al verano cuando nos envía su calor agobiante y al invierno cuando nos manda su frío paralizante. De aquí en adelante, en más o menos días, los «veranófilos» comenzarán a quejarse del frío pelón, de los cielos plomizos, y de la corta y débil luz del invierno. De lo incómodo que resulta andar por las calles encharcadas, abrigados rigurosamente desde la coronilla hasta la planta de los pies. De lo poco que apetece salir de casa y de lo mucho quedarse en ella, al calor de la calefacción o del brasero. Y los «inviernófilos» agradecerán ese bendito frío que les permite hacer vida sin sudar, arroparse por las noches y no tener que rascarse la piel tras ser picado por los mosquitos. Agradecerán haber dormido de un tirón y no necesitar siesta. Y no pisar aceras abrasadoras, donde se puede freír un huevo.

«Inviernófilos» y «veranófilos» discutiremos, a veces apasionadamente, pero sin acritud, sobre lo bueno y lo malo del verano y del invierno.

Gracias al cielo no somos los terrícolas bípedos racionales los que elegimos el calor, el frío, la lluvia o el viento que han de venir, y cuándo. Si así fuese, el mundo sería una bola inmunda, como las que moldean los escarabajos peloteros, ya que la palabra paz habría desaparecido del diccionario por desuso. Porque nunca llueve a gusto de todos. Ni el verano agrada a muchos, ni el invierno satisface a la mayoría. Agradezcamos pues que la naturaleza elija qué tiempo ha de hacer, aunque a veces se equivoque.

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