Pensiones

El neoliberalismo del FMI

Miguel Fernández-Palacios Gordón // Madrid

El Fondo Monetario Internacional redacta sus consejos en despachos alejados de la realidad. Sus técnicos gozan de contratos blindados, múltiples prebendas y abultados salarios que todos pagamos. Como tiene en su historial personajes como Rato, Strauss-Kahn o Lagarde, hace tiempo que abandonó sus principios -erradicar la pobreza- y no oculta su meta: impulsar un capitalismo cercano al neoliberalismo que favorezca al 1% más rico. Por eso alertan de que vincular las pensiones al IPC -algo constitucional- pone en peligro el sistema. ¿Qué sistema? ¿El suyo? ¿El de favorecer a los pudientes y sus grandes corporaciones? Saben que para hacerlo habrá que subir impuestos. ¡Lógico!. Recaudamos siete puntos menos que la eurozona. Con ese dinero se podría financiar mucho repartiendo la riqueza. Y, precisamente, eso es lo que les pone nerviosos.

A los críticos caraduras

Pepe Extremadura // Cáceres

He de reconocer que yo también he sufrido en mi oficio alguna critica adversa de algún periodista despistado y desinformado, que hacía una critica sobre un concierto mío al que paradojicamente no había asistido. Menos mal que a mí ese tipo de criticas o comentarios no me afectan en absoluto, pero creo que no está de más recordar un suceso ocurrido allá por el año 1978, que ilustra claramente mi opinión sobre este asunto. Ocurrió más o menos así: Jean Warner por aquel entonces director de la prestigiosa revista ‘Rolling Stone’, publicó un artículo insólito. Se trataba de una petición de disculpas y de la desautorización de uno de sus destacados críticos músicales. Greil Marcus, el crítico en cuestión había escrito un demoledor artículo contra el álbun de Bob Dylan ‘Street legal’ y Werner descubrió que lo que había ocurrido sencillamente es que el periodista ni siquiera lo había escuchado.

Por desgracia, la actitud del director de ‘Rolling Stone’ no ha sentado precedente. Me acuerdo mucho de toda esta historia cuando leo decenas de críticas musicales, literarias, cinematográficas o de artes plásticas y compruebo la facilidad con la que en tres lineas fulminantes, un tipo sentado en una mesa puede desbaratar la obra de otro hombre sin molestarse en comprenderla.

Yo he visto a críticos cinematográficos plácidamente dormidos durante la proyección de la película que luego destrozarán en su columna. Y a supuestos expertos en música rock disfrutando del concierto que masacrarán después, acomodados en la barra de un bar. Frente a excelentes profesionales que plantean su trabajo con rigor y respeto, están estos otros que

utilizan el privilegio de juzgar la obra ajena para reparar los estragos de la mediocridad propia. Afortunadamente mientras existan tipos como Jean Werner algunos de estos casos se pondrán en su sitio.