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La trastienda // el artículo del director

Antonio Cid de Rivera

Doble error

La situación política que vivimos, con todo un país tensionado, acabará por influir también en los comicios locales y autonómicos

En política ninguna decisión se toma a la ligera. Y menos con un Gobierno en minoría que depende de partidos independentistas para sacar adelante unos presupuestos. Por ello, tomando por seguro que la decisión de la Abogacía del Estado contra los líderes que participaron en la declaración unilateral de independencia de Cataluña es política, me cuesta trabajo entender y razonar cuál es el objetivo de este Gobierno. La pregunta es: ¿Para qué cambiar el criterio inicial de acusar a los autores de malversación por ahora sedición, (y así diferenciarse de la Fiscalía que califica los hechos mucho mas graves, en concreto como rebelión), si con ello se rompe, por un lado, con los independentistas y, por otro, se permite que la oposición tenga argumentos para calificar al Gobierno de rehén del secesionismo?

Doble error a simple vista: adiós a los presupuestos y alas al PP y a Ciudadanos. Ver a toda una señora vicepresidenta del Gobierno justificar lo injustificable distinguiendo entre lo que pensaba Pedro Sánchez antes de estar en la Moncloa y lo que piensa ahora sobre los hechos acaecidos en Cataluña el 1 de Octubre del año pasado describe la situación por la que atraviesa un Ejecutivo que no sabe muy bien si contentar a los independentistas o convocar elecciones. Un desatino, que muestra a ciencia cierta el escenario político en el que andamos metidos con una guerra de bloques donde la integridad territorial y la Constitución resultan la piedra angular de casi todo. Malos tiempos para la política y malos tiempos para el PSOE, el cual nunca se había visto en este fuego cruzado donde unos juegan a tensionar desde el independentismo y otros desde el españolismo.

El PP ha pasado una mala semana con Dolores de Cospedal en el disparadero del ex comisario Villarejo y sus secuaces. Por ello, qué mejor que pasar de puntillas por lo que supone un escándalo que el marido de la secretaria general de un partido hable en nombre del mismo, que azuzar a Pedro Sánchez y su comportamiento pactista con Podemos y los independentistas. Derribar al Gobierno supone convocar elecciones y en esta estrategia andan metidos azules y naranjas sin saber a ciencia cierta quién va primero. Así y todo, tranquilícense todos ustedes: no habrá elecciones generales antes del otoño del año que viene. Fundamentalmente, porque a nadie le interesa: Ni a los independentistas ni al PSOE ni al PP o Ciudadanos. Vamos a esperar a ver cuál es el resultado andaluz del 2 de diciembre y a partir de ahí municipales y autonómicas de mayo del año que viene; dos primarias que servirán de reválida a las generales que tengan que venir después.

En Extremadura hay cierta expectación. ¿Influye aquí lo que pase en Madrid? La respuesta es que tarda en notarse, pero si la crisis política es larga acaba por llegar. Cuando la coyuntura económica asfixia, lo primordial o prioritario es la economía. Cuando se sale de agujero (o al menos se empieza a salir), hay tiempo para pensar en otras cosas. Y en este caso, la política nacional sí va a tener tiempo de influir en lo que ocurra a nivel autonómico. En este escenario, los partidos que tienen peor implantación en la región, digamos Podemos o Ciudadanos, por cuanto que presentan menos candidaturas municipales y tienen un menor número de agrupaciones locales, están más expuestos al ascenso o deriva que protagonicen sus respectivas formaciones nacionales. En el caso del PSOE o el PP será en menor medida, pero todo el mundo ha asumido ya que buena parte de la culpa de que perdiera Vara en 2011 la tuvo Zapatero, y buena parte de la culpa de que Monago se fuera a casa en 2015 la tuvo Rajoy. Así pues, todo el mundo está ojo avizor a ver cómo vienen las cosas de aquí a mayo y cómo resisten o emergen las marcas de los candidatos autonómicos.

Tiempo hay de que cambien las cosas, incluso de que exista una razón oculta o maquiavélica que justifique este comportamiento del Gobierno al que antes me refería. Lo cierto es que la experiencia me ha demostrado que la actualidad se impone y que los estados de opinión encumbran o derrocan a un gobierno en las urnas. Veremos en qué acaba todo esto porque lo que sí está claro es que la deriva independentista, y todo lo que ello conlleva, no va a tener fin. Ni ahora, ni dentro de un año.

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