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La niña y el libro

Ayer vi a una niña leyendo un libro, mientras viajaba en un autobús urbano. Supuse que acababa de salir del colegio, porque el horario coincidía con el del final de las clases, y porque portaba una mochila rebosante de libros y cuadernos. A su lado, viajaba una señora de unos cuarenta y tantos años. Pensé que era su madre, pero se bajó dos paradas más adelante, mientras la niña permanecía absorta en la lectura de su libro. Por su portada anaranjada, y por el formato, me pareció uno de aquellos títulos antiguos de la colección naranja de El Barco de Vapor. No alcancé a ver la portada, pero imaginé que podía ser uno de aquellos libros. Recuerdo que eran divertidos y agradables de leer. De aventuras, de misterio o humorísticos. Ni largos, ni muy cortos, y con ilustraciones. Lo más idóneo para un público de unos 8, 9, 10, 11 años. La niña del autobús, la que leía el libro, podía tener una de esas edades. Viajaba sola y leía su libro. Lucía unas gafitas azules, y el rostro que tienen esos niños a los que se les adivina el buen corazón. Cuando llegó a su parada, se acercó a la puerta, y se marchó. No me fijé en si alguien la esperaba, ni en el camino que siguió. Pero sí me quedé dándole vueltas a las escena a la que había asistido: ¡una niña, viajando sola, y leyendo un libro! Y todavía no sé qué parte de todo ello es más revolucionaria. Porque se ve a poca gente leyendo, en un autobús, en una salita de espera, en un parque o en una cafetería. Pero es que, tampoco, es frecuente ver a niños o niñas viajando solos, aunque sea en autobús urbano y en una ciudad tranquila.

Hace no demasiados años, los niños se movían con cierto grado de libertad. Cuando salían de casa, decían a dónde iban (o no). Pero no necesitaban un móvil para estar permanentemente localizados. Y leían: si no un libro, sí un tebeo, o la Superpop.

No sé si eran mejores o peores tiempos. Ni si los peligros eran menores o mayores. Pero sí sé que se lee menos porque todo el mundo tiene un smartphone. Y, también, que hay una psicosis sobreprotectora, que convierte a los niños en burbujitas frágiles y dependientes. * Diplomado en Magisterio

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