El partido de Pablo Iglesias empezó llamándose Podemos, una denominación novedosa respecto a los partidos tradicionales, que son partidos de siglas: PSOE, PP, IU, etcétera. Fue un acierto. Con ese nombre, que no se refería solo a lo que podía hacer el nuevo partido sino que apelaba también al poder de los ciudadanos, involucrándolos, se identificaron muchos votantes que descreían de la política o, cuando menos, recelaban de los partidos que venían ocupando la política desde que la democracia es democracia. Es decir, pensaron que otra política era posible. El éxito de Podemos, gracias a esos votos convencidos de que, en efecto, sí se podía, se tradujo en algo más de tres millones de votos en las elecciones generales de diciembre de 2015.

Un año después llegó el acuerdo entre el partido de Iglesias y el partido de Alberto Garzón (IU), más conocido como «el pacto de los botellines» (ambos líderes, para anunciar que sus formaciones concurrían juntas a las elecciones generales del 26 de junio de 2016, sellaron la coalición brindando con botellines de cerveza). No desaparecía la denominación Podemos sino que surgía un mismo partido llamado Unidos Podemos, lo que supuso la desaparición de IU y el lamento de Cayo Lara: «Y pensar que me costará votar a lo que ya no es IU», dijo. El acuerdo entre Iglesias y Garzón no fue un acuerdo entre Podemos e IU, sino entre ambos líderes, ya que Iglesias rechazaba cualquier pacto de su partido con otros, exigiendo que, de producirse alguna alianza, siempre debía preservar el nombre de Podemos.

Finalmente, y para presentarse a las elecciones generales del pasado mes de abril, Unidos Podemos pasó a denominarse Unidas Podemos. El cambio de nombre se atribuye «al auge del movimiento feminista», según la Cadena Ser, pero la influencia de Irene Montero en el partido, una vez depurados los miembros principales (el último, Pablo Echenique), obliga a pensar en otra causa, quizá equivocadamente. El caso es que solo la denominación de Podemos continúa, demostrando así el poder de Iglesias. Y de nada servirá que sus votantes, en las municipales, autonómicas y europeas de mayo, le hayan dicho que basta ya de tanto yo.