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MUNDO DE ADULTOS

Evitemos excluir a los jóvenes

Con 15 años ninguna joven debería quedarse embarazada o sufrir un amarillo (mareo por consumo de cannabis) en una fiesta. Difícilmente los padres entienden de dónde surgen esos hábitos; se habla de ser ejemplo, «no como principal método, sino como el único» de educarles, pero a veces el comportamiento de los hijos es inexplicable. Incluso en algunos países de Europa con mejor reputación académica o económica la población joven causa quebraderos de cabeza en cuanto a consumo de sustancias o índices de embarazo. No parece haber respuesta definitiva. Pero de comenzar por algún lugar, me atrevo a afirmar que se tiene mayor éxito educativo si se evita excluir a los niños del mundo adulto. Ser adulto es también ser responsable, al menos de uno mismo. Conocer las palabras que expresan nuestro cabreo contra el político de turno o justificar la elección de una película ya es una forma de conducir nuestras ideas, que se comparten durante la comida. Entonces los menores asoman su voz y se les pide silencio para oír la televisión. Pensar que por estar en proceso de formación los jóvenes no tienen nada que aportar es infravalorarlos. Un adulto, solo por serlo, ni es más digno de escuchar ni ha dejado de crecer. Nadie debería olvidar que ser joven es una condición pasajera, pero ser persona está siempre en cada uno de nosotros. A ser niño se aprende tarde. Separarlos de las actividades adultas más cotidianas puede hacer que los jóvenes busquen acceder a ese mundo maduro de forma prematura, mediante otras acciones que, por serles prohibidas, les diferencian. Por supuesto, siempre tendrán ellos la libertad de decidir.

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