Pues hasta aquí hemos llegado, señoras y señores. Se acabó el verano porque hoy ya es 2 de septiembre y la semana que viene, post Día de Extremadura, empezará el ruido de los colegios y las vacaciones serán un buen recuerdo de aquel verano del 19. No se dejan vencer por la nostalgia de los buenos momentos vividos a pie de mar o camino de la montaña, de las fiestas en el pueblo o las largas caminatas por la playa. Siempre nos quedará el móvil y las cientos de fotos que quedaron guardadas en el disco duro o que volaron en nuestras redes sociales. Les aseguro que he perdido la cuenta de cuántas imágenes subieron ustedes a su Instagram o Facebook para contarnos lo bien que se lo pasaron este veranito. Y para quienes no lo hicieron por pudor a exhibir su alegría y disfrute, solo puedo decirles que me alegro de que también lo gozaran, recurriendo a la jerga latina.

Este verano del 19 ha sido plomizo en lo político, esperanzador para la música y tolerable en tragedias que nos sobresaltaran el alma en forma de terribles sucesos. Ojalá pudiéramos guardar esas dosis de calma del agosto que acabó ya, sin que Neymar volviera al Barça y con Extremadura de moda porque sigue siendo una tierra llena de agua y luz, de buena gente y con un tren que no está a la altura del resto de España para nuestra pena. Si el año que viene vuelvo a viajar en él será porque por fin las vías nuevas que veo desde mi coche se han puesto a funcionar.

Mientras pasa el escozor de este principio de mes, apunten para siempre los nombres de las personas que amaron este verano que acaba, con las que bebieron y comieron y con las que también discutieron del futuro de este santo país llamado España. Quién sabe si estaremos votando con el abrigo puesto, quién nos venderá la mejor oferta. Solo puedo decirles que mil gracias por compartir mi delirio estival resumido en estas líneas. Les aseguro que me ha servido de terapia a pesar de que el verano sea siempre un espejismo maravilloso.

* Periodista