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La trastienda el artículo del director

Antonio Cid de Rivera

Ni tren ni avión en condiciones

Mientras los medios de transporte no sean lo suficientemente competitivos no saldremos de la cola en el desarrollo regional

Esta semana, durante dos días, hemos comprobado cómo los vuelos desde Madrid a Badajoz y viceversa se han visto afectados como consecuencia de la niebla. En total, han resultado perjudicados 87 pasajeros el primer día (con hasta 7 horas de retraso) y unos 80 el segundo (con 3 horas y media tirados en el aeropuerto madrileño). No se trata de los primeros casos: el 10 de diciembre pasado ya hubo una demora de hasta 5 horas por la misma causa y el año pasado se pudieron contabilizar hasta 33 servicios afectados por la mala visibilidad de la pista de Badajoz: 24 cancelaciones y 9 desvíos de vuelos a Sevilla (donde sí se puede aterrizar sin problemas para hacer después el viaje en autobús hasta Badajoz).

En resumen, que estos hechos ocurren con relativa frecuencia y en determinadas fechas y suponen un hándicap para el transporte aéreo hasta Extremadura. Sin embargo, salvo el malestar y el cabreo generalizado de los viajeros trasladado a los medios de comunicación o a las redes sociales, no se hace nada; si acaso sugerir un cambio horario de los vuelos a cuando ya se supone que se ha levantado el día y ha quedado una tarde de paseo.

Aena sigue manteniendo que los bancos de niebla son circunstancias «anómalas» y «atípicas» y que «ni siquiera con los instrumentos de ayuda a la navegación más precisos se podrían evitar estas incidencias». Sin embargo, habrá que señalar que el Aeropuerto de Badajoz es una extensión de la Base Aérea militar de Talavera La Real y que dispone de un sistema de ayuda a la navegación denominado ‘ILS’ de categoría 1, el cual permite a las aeronaves aterrizar con seguridad en condiciones de baja visibilidad. En el caso de Madrid-Barajas, por poner un ejemplo comparable, funciona ese mismo sistema ‘ILS’ pero de la categoría III, la máxima, que hace que las aeronaves puedan aterrizar en bastantes peores condiciones climatológicas.

No se trata de abrir otro frente como el del ferrocarril, pero créanme cuando les digo que coger un billete de avión y tener que esperar hasta 7 horas en el aeropuerto desespera a cualquiera y embarcar en una aeronave para hacer un trayecto de una hora y acabar en Sevilla tirado mientras se busca un autobús que te traiga hasta Badajoz, haciendo 220 kilómetros por carretera, crispa al más sosegado de los viajeros.

Así pues, hay que decirlo: ni tren ni avión en condiciones. Y evidentemente a uno se le quitan las ganas de venir a Extremadura. Porque lo confieso: cuando en una reunión en Madrid algún colega me pregunta cómo llegar hasta nuestra región siempre le aconsejo lo mismo: «vete en coche o en autobús». El tren, aunque ha mejorado con las nuevas locomotoras, sigue teniendo sus ‘riesgos’ y la tardanza de los viajes sigue siendo considerable; y el avión, ahora que dispone de precios asequibles gracias a que ya son vuelos de Obligación de Servicio Público (OSP), tiene estos ‘fallos’ que hacen que un viaje pueda convertirse en una odisea.

No dejan de sorprenderme, por eso, los datos de turismo. Hasta el 17 de diciembre, los viajeros totales que llegaron a Extremadura alcanzaron la cifra de 1.674.790, lo que representa una subida del 4,29 por ciento respecto al pasado año. Hay 26.412 personas, con alta en Seguridad Social, que viven directamente del turismo en Extremadura. Y me pregunto: ¿qué dato podría darse en Extremadura con unos transporte adecuados?

Cuando los extremeños decimos que pasan los años y seguimos igual, o incluso peor, con la despoblación que nos acecha y los jóvenes que se nos van, tenemos que tener en cuenta esto: que nuestras herramientas para competir no son las mismas que las del resto de territorios y ello supone un hándicap de progreso grave. Que Extremadura siga siendo (mal que me pese) ‘la gran desconocida’ depende de ello. Y que así va a seguir siendo si para conocerla hay que echar en la maleta grandes dosis de paciencia y tiempo perdido en aeropuertos o estaciones. Y los extremeños, o nos ponemos las pilas y actuamos de una vez por todas o seguiremos como hasta ahora diciendo aquello de «a ver si el año que viene».

El ferrocarril tiene que ser una realidad ya, que llevamos esperando por la alta velocidad desde que se nos prometió en 2003 que estaría en 2010 y el avión tiene que ser lo suficientemente competitivo como en el del resto de España, de lo contrario adiós a los datos que registran otras comunidades. Extremadura no es mejor que otros territorios, pero tampoco peor y tiene mucho que ofrecer desde el punto de vista de la gastronomía, el patrimonio y la naturaleza, pero sin unos medios de transporte adecuados jamás daremos el salto que nos corresponde y nunca saldremos de donde ahora estamos, en los últimos puestos de la cola.

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