Coger primaveras es como llaman los pastores al tintineo de las cabras cuando salen a comerse el campo. Antes bien, para hablar del campo ¡inclínese al perdón, señor Iglesias! Usted que aspira a gobernar los mares, agáchese como quien coge una flor, porque es la hora de los dioses locales; y en su boca, campo es matorral, suena a pecado, sabe a fruta podrida. Ese campo que impensadamente y en formación de ejército ha sacado a la calle su artillería pesada de tomates. Cuidado: barricadas de hortalizas. Precaución ¡¡¡Señal de Peligro Rural!!! Circunvalen las coliflores.

El campo es mucho más que aire para respirar. Allí no hay hordas beligerantes. Cuidado: no siembren dudas. Pura niebla informativa preludio de toda manipulación. Llevan días los periódicos goteando como trapos puestos a secar; son como harapos, cometas queriendo sobrevolar la nebulosa informativa donde apenas se distingue la verdad de la mentira.

Si Unamuno tuviera a bien dejarnos salir de la niebla, veríamos que tras su veladura nívea, gota a gota se ciernen otras nieblas; nieblas que irrigan la médula del periodismo, porque no sólo se adultera la noticia sino que además se deforma a sus protagonistas: se sublevan los hijos de la tierra y ya hay un tropel dispuesto a lanzarse sobre ellos para estigmatizarlos. La niebla se expande hasta cegarnos. Pero ¿quién la esparce? ¿qué pretende ocultarnos? La ves pero no la tocas; te embebe, te bautiza sin permiso. Es certeza y ceniza en los montes, perfora los huesos del hombre que madruga.

Maliciamos su presencia en los tejados, engullendo a su paso los contornos. Otras veces anida como nube y nos deja calado el corazón, entumecido e invernal, con hechuras de surco. En ese no-paisaje que es la niebla, me asalta la incómoda pegunta que atenaza a la escritura: ¿sobre qué jardín descansarán las palabras si todo es bruma?

La niebla me sugiere desolación y apocalipsis pero también leche del paraíso, como en el poema Kubla Khan de Samuel Coleridge. La niebla es una lechera que se vierte en medio del ordeño. ¿Lo ven? Inevitable trazar pastores al fondo sobre la coruscante superficie de una loma. Allí asoman cabreros y ovejeros puliendo los versos de lana que fue dejando por las quebradas otro Miguel, poeta Hernández. Leche que mana desde la libre anchura del campo.

Los ves ahí llenos de remiendos y arrugas verticales, cristalizados en un sólo hombre hecho a la niebla, a las matas y espinales; doliente y reumático con su esqueleto magullado de tanta trashumancia. Afloran más preguntas ¿Qué dirección tomar en la niebla? ¿Huerta o establo?

Cuidado con esto. Precaución ¡¡¡Señal de Peligro Rural!!! Niebla informativa hasta pasado Navalmoral.

El agricultor sostiene al mundo y si alguien levanta el puño contra él, levanta el puño contra su padre. Dudo que este gobierno honre el oficio del campo, por si no saben de qué hablamos, lean Las Geórgicas de Virgilio: labra, planta, apacienta y melifica. Ya el emperador Augusto quiso enaltecer con miras políticas la agricultura. Copien al menos.

Intuimos la niebla remota, adormecida en la ventana -como si a Dios se le hubiera caído la venda de los ojos- a base de tules con vocación de manto para algún santo; lejos, donde todo se forma a base de recuerdos.

Dice una amiga que la niebla en su pueblo es tan densa que duele; que la observa a refugio del abatimiento que provoca, dice que algunos días esa niebla se cuela por el boquete de su alma, muy muy adentro, y se clava como aquella chincheta que sujetaba la foto del primer novio.

El efecto que deja una somanta de niebla es la desubicación. No obstante Extremadura, tan acostumbrada a la niebla informativa, resiste y emerge tocada por la claridad de su transparencia. Entonces, con augurio de flores llega abril, y el rebaño- sin niebla ya en el páramo-sale a empaparse de luz... a coger sus primaveras.

* Periodista