Esto del covid va a ser como las olas del mar, que cuando crees que has saltado una viene otra y te lleva por delante. Con los casos de contagio que están surgiendo por doquier empiezo a pensar que va a ser verdad eso que dicen los más pesimistas con la pandemia, que no nos confinan de nuevo por no cargarse la economía del país. Eso sí, de seguir a este ritmo de expansión, ni economía ni Cristo que lo fundó; no va a haber más remedio que volver a un Estado de Alarma o el instrumento legal que se inventen porque de otra manera el español medio no entiende por qué tiene que quedarse en casa ahora que toca veraneo. No soy quién para llamar la atención a nadie ni pretendo ser ejemplo de nada porque, sinceramente, cometo los mismos fallos y errores que el común de los mortales, pero creo necesario llamar la atención sobre lo que está ocurriendo dado que es más que evidente que no lo estamos haciendo bien ahora que se cumple un mes de la mal llamada «nueva normalidad».

Está claro que este virus es del todo desconocido y que su comportamiento no tiene nada que ver con sus antecesores. He visto y escuchado a médicos decir de todo para luego tener que retractarse. Ni el calor de 42 grados centígrados que estamos teniendo puede con él y hemos pasado de contabilizar casos a declarar brotes, pero seguimos engordando la cifra (más de 1.500 esta semana), ahora con gente joven y asintomática aunque igual de infectada que antes.

Por fortuna los mayores andan a salvo, no salen de discoteca ni de ocio nocturno, ni participan en exceso de reuniones familiares, pero no está de más extremar las medidas de seguridad porque ya se sabe que cuando el ‘bicho’ entra en una residencia de ancianos es letal y actúa sin misericordia. Lo que sí hay que entender de una vez por todas es que el peligro no ha acabado y que la pandemia sigue trayendo consigo ingresos hospitalarios en las UCIS que pueden terminar en muerte o traer aparejadas secuelas físicas serias de por vida.

Extremadura, de momento, se libra de agrandar de forma masiva las cifras de contagios como sí está ocurriendo en Cataluña o Aragón, pero no deja de sumar casos (9 positivos y 2 ingresos hospitalarios ayer). La atención primaria está actuando bien como bloque de contención de la enfermedad y el equipo de rastreadores, 147 profesionales en ejercicio convenientemente dispuestos por el SES, está haciendo un destacado trabajo de búsqueda y localización de contactos de los casos positivos declarados.

Para algo debería ser bueno vivir en una comunidad sin mucha gente y sin grandes ciudades, pero ojo que no conviene bajar la guardia: los últimos brotes han surgido en poblaciones pequeñas de apenas mil y trescientos habitantes como son Peraleda de la Mata y Navas del Madroño. Una persona foránea y portadora puede aparecer en cualquier momento, lo mismo que un vecino de viaje puede infectarse fuera y traer de regreso el virus consigo.

La regla es sencilla: Hay que evitar las concentraciones masivas, llevar mascarilla cuando se esté con personas no convivientes y, sobre todo, aplicar el sentido común. No hace falta de momento plantear un estado policial ni vivir en una angustia permanente. Esta semana en Extremadura hemos tenido un ejemplo claro de lo que no se debe hacer y de cómo una rectificación a tiempo es la mejor solución. Me refiero a la sesión inaugural del Festival de Teatro Clásico de Mérida, cuya concentración de público, a pesar de las advertencias, fue más que notoria tenor de las imágenes que más tarde distribuyó la propia Junta de Extremadura y los distintos medios de comunicación. La asistencia al evento de los reyes de España, un noble gesto de apoyo a la cultura española, enormemente castigada por la pandemia, provocó una gran masificación de espectadores en las primeras filas del graderío que impidieron el distanciamiento social.

Las críticas vertidas por la ciudadanía, y recogidas por este periódico el día siguiente, provocaron una rectificación de la organización a instancias de la Consejería de Sanidad. Ahora el aforo del teatro será menor, se pasa del 75% al 50%, y se tendrán en cuenta los convivientes y no convivientes para vender las entradas y propiciar que el público esté lo suficientemente separado a pesar de tener que llevar siempre puesta la mascarilla.

Bien por la rápida decisión. Así debe actuarse, es la única manera de afrontar la lucha contra un virus que no lo ves venir al transmitirlo personas sin síntomas aparentes. Va a ser la única manera de poder seguir viviendo hasta que llegue la susodicha vacuna, Eso si, como decía al principio, la segunda ola que parece que viene desde otros territorios no nos tira de culo.