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Mala prensa para AstraZeneca

La fama de la vacuna de Oxford no la han generado los medios, sino las decisiones y rectificaciones sanitarias que se han realizado

Mala prensa para AstraZeneca

Cuando esta semana el abuelo se sentó en la silla después de estar todo un año con miedo al bicho lo hizo con cierta intranquilidad. Vio al practicante de su pueblo, porque en los pueblos se le sigue llamando practicantes a los enfermeros aunque vayan vestidos de buzo y lleven gorros de flores, y no le dijo «qué bien» o «por fin llegó el día» sino que, con la manga de la camisa remangada hasta el hombro, le lanzó la pregunta que llevaba preparada desde el día en que le llamaron desde uno de esos teléfonos largos del SES y que luego repensó mentalmente en la cola formada delante del centro de salud: «¿Esta vacuna es la buena o la mala?»

El lío de la AstraZeneca, que nunca habíamos aprendido tantos nombres de laboratorios, trae de cabeza a la gente por las informaciones y contra informaciones lanzadas al respecto, las cuales han provocado que los receptores desconfíen de sus efectos desde el momento en que el mérito de un producto se determina con el argumento de que son mayores los beneficios que los perjuicios. Pareciera que hubiera que asumir un riesgo o sorteo de cara o cruz antes de alcanzar la inmunidad. El problema radica, además, en que hay otras dos vacunas, la de Pfizer y la de Moderna, que no han provocado efectos adversos en los receptores, al menos que se sepa, lo que hace que la ciudadanía pregunte cuál le van a poner y considere que siempre hay tiempo para esperar si se puede elegir. 

¿Alguna vez alguien había preguntado hasta ahora la marca o el beneficio de una vacuna antes de ponérsela o decidir si se la pone o no a su hijo? Salvo los antivacunas, que esa es otra y da para otro largo artículo sobre la ignorancia y la insolidaridad de algunos, nadie cuestionaba nada. ¿Estaban en el calendario vacunal? Pues por algo sería y para adelante.

¿La culpa? Del mensajero, por supuesto. Llevo toda la semana escuchando responsabilizar del desaguisado informativo a los medios de comunicación, como si este periódico y el resto no se limitaran a informar de aquello que determinan las autoridades sanitarias antes, durante y después de dar vía libre a una vacuna. Pero el miedo es libre y algunos piensan que mejor no revolver tanto las cosas, que la sobreinformación genera en este caso inseguridad.

Sigo pensando que una sociedad es más libre cuanta más información posee, entre otras cosas porque puede pedirle cuentas a quienes gobiernan. Por eso entiendo que es muy criticable que primero se decidiera que sí, luego que no, luego lo paralizamos y luego asignamos un tramo de edad para finalizar en otro. Un follón en suma, que si le unimos la guerra entre territorios de según qué partido es obvio que se dispara el porcentaje de rechazo. En Extremadura ha sido mínimo, es verdad, pero en Madrid ha alcanzado hasta el 70% algunos días.

El roto ya está hecho. La mala ‘prensa’ de AstraZeneca ya no se la quita nadie. Y lo peor es que mientras la OMS recomienda no mezclar vacunas, la Agencia Europea del Medicamento (EMA) alienta a seguir vacunando a toda la población. En España hay 2 millones de personas, mas de 30.000 en Extremadura, que esperan que el Gobierno tome una decisión para saber si completan su inmunidad o se queden como están con una sola dosis. La inmunización necesita, para ser efectiva, de dos pinchazos, a no ser que se haya pasado la covid-19 en algún momento de los seis meses anteriores. 

Y así estamos, unos sin saber si han hecho bien vacunándose tan pronto y otros preguntando en cuanto se sientan en la silla si es la buena o la mala. Con lo maravilloso y digno de alabanza que debería ser este proceso en el que la ciencia ha logrado un remedio a una pandemia en apenas un año, estamos en ver qué hacemos y cómo lo llevamos a término. Pero la culpa de la prensa, por amplificar o dar notoriedad a lo que la gente exige saber. En fin.

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