Enfrente de mi casa hay un piso con terraza que ha estado mucho tiempo vacío. No es que sea una terraza enorme, unos 60 metros cuadrados, pero ya saben que en este tiempo el aprecio por los espacios seguros al aire libre ha subido como la espuma. Desde hace unos meses vive allí una pareja de ancianos (mi padre me mataría por no llamarles señores mayores, aunque los 70 ya no los cumplen). Son una pareja bonita, ambos con sus cabellos muy blancos y él con una barba también cana, cuidada y arreglada. Todos los días, sobre la una del mediodía, cuando el sol alegra la calle, salen juntos a la terraza. Agarrados del brazo comienzan a caminar recorriendo el perímetro despacio, charlando sin parar y casi siempre sonriendo.

Quiero aclarar en este punto que no soy una voyeur ni nada parecido; es simplemente que su casa está justo enfrente y es imposible no verles.

Pues eso, que caminan y caminan, imagino que buscando los ansiados 10 mil pasos que los expertos te marcan como saludables. Algunas mañanas se une a ellos un tercero, que debe de ser un hijo, al que cada vez saludan con la misma alegría que si no se hubieran visto en años. Pasado un rato, se sientan alrededor de una mesa y se beben un vino, y siguen charlando y riendo. Y pienso en cómo nos han cambiado la vida y las prioridades, en cómo a día de hoy una terraza es un refugio para el amor y la familia, una atalaya desde la que divisar la vida que sigue corriendo abajo, desatada, a lo suyo, con mascarillas y algo de miedo.

Porque algunos confinamientos son en realidad un retiro para coger aire y seguir avanzando.

Y es que vivimos en círculos que se van ampliando cuando vamos creciendo: sumamos amistades, viajes, conocimientos... Y llega un momento en el que empezamos a reducir ese círculo, concentrando relaciones, lugares, vivencias, hasta dejarlas reducidas apenas a una habitación, un sofá, una cama y unos recuerdos. Así que mi consejo de lunes, no pedido pero que aún así les doy, es que agranden su círculo todo lo que puedan. Que sean muy intensamente, que amen, que sufran, que sientan. Y que tengan siempre un punto central al que volver con el tiempo y que contenga lo importante de verdad: los abrazos, las ganas de sol, las sonrisas. Una terraza segura en la que mirar pasar la vida. Feliz lunes.