¿Cómo es posible, señores meteorólogos de los distintos medios de comunicación, que estén pronosticando fuertes lluvias, e incluso estados de alertas, en el norte cacereño desde mediados de la pasada semana y toda el agua que ha caído no llega ni a llenar una docena de bacinillas?  

¿Estamos en el siglo XXI o a finales del siglo XIX? Ya sabemos que la meteorología no es una ciencia exacta y dos por dos no son cuatro. Pero de ello a fallar más que una escopeta de feria va todo un abismo. 

Nos descuadran nuestras agendas y no podemos planificar nuestro tiempo. Tal vez, habrá que volver la vista atrás y preguntarles a nuestros viejos gañanes y pastores (especie casi a extinguir), que, debido a sus muchas horas en el campo, de sol a sol, acumulan gran experiencia y atinan con mayor exactitud.  

Ellos aprendieron a olisquear los vientos, la tierra y las piedras y a fijarse en los diferentes flujos que se meneaban a su alrededor y no necesitaron otros aparatos que sus cinco sentidos, y un sexto especial, que ya lo llevaban a cuestas nuestros antepasados prehistóricos.  

Sensibilidad especial del que ha dormido todas las estaciones del año cara al cielo, sobre los terrones, o encima de un camastro de escobas, dentro de un chozo a piedra seca y de falsa bóveda.

Félix Barroso Gutiérrez // Santibáñez el Bajo (Cáceres)