Las ventas del comercio subieron en marzo después de 12 meses depresivos, caen fronteras y controles con Portugal, el índice de la bolsa española Ibex ha recuperado un 37% de cómo quedó tras el derrumbe por la llegada del virus, en una semana se acabará el estado de alarma, el sector turístico extremeño prepara la temporada alta de verano, y ya el 26 de mayo anuncian su reapertura las Hospederías de Extremadura….

Señales de recuperación, lentas, a veces contrarrestadas por otras como las de la EPA y la pérdida de población activa y de personas ocupadas.

Esto se mueve en el buen sentido, con mucha parsimonia, un suelo que de forma imperceptible se eleva bajo nuestros pies en un ritmo absolutamente opuesto al abismo en el que caímos hace poco más de un año, cuando nos encerramos en casa y las calles se convirtieron en escenarios de la película ‘Soy leyenda’, de Will Smith; hierbajos surgiendo entre baldosas, asfaltos despejados, personas caminando por el centro de la calzada, y algunas aves despistadas y confiadas aplastadas sobre el alquitrán olvidadizas del peligro de los automóviles.

España lo está haciendo bien en la vacunación, la mejor herramienta sanitaria y de base para la recuperación económica, y dentro de ella igualmente Extremadura según las estadísticas que día a día se actualizan.

Cualquier duda sobre el que sea de los fármacos a disposición, está quedando absolutamente rebasada por la sabiduría del pueblo que está deseando vacunarse; se comprenden las cautelas de la Agencia Europea del Medicamento-EMA, también de la comisión nacional de salud, y cómo no de las autoridades políticas sobre las que pesa la responsabilidad de convertir esas recomendaciones y opiniones, en decisiones con poca vuelta atrás.

Ya sean las consideradas popularmente ‘buenas’ como BiontechPfizer o Moderna, por su novedoso sistema y la ausencia –o poca difusión- de algún efecto secundario, la reciente Janssen deseada por su único pinchazo, o la que entre bromas fue tachada de ‘mala’, Oxford-AstraZéneca, no hay colectivo, grupo, sector, de edad, profesional, de patologías, que no reclame su prioridad y sus razones para ser vacunado cuanto antes.

No, no vamos a encontrar, y humanamente es lógico, ninguno que diga ‘nosotros podemos esperar, vacunen primero a esas personas que tienen más riesgo que nosotros’. Más bien ha habido pillos, sinvergüenzas, caraduras, aprovechados, listos y oportunistas que se han colado e intentarán seguir colándose. Espectáculos bochornosos ha habido de sotanas, uniformes castrenses con fajín, o elegantes trajes que se vacunaron por la cara, pero por suerte no han vuelto a menudear y de ahí el alborozo por lo normal, de que el arzobispo Celso Morga, hiciera días atrás cola en Badajoz esperando su turno como uno más de los que por su edad le tocaba inyectarse. País en el que lo lógico, lo justo, a veces resulta tan extraordinario, y por eso mismo ejemplar.

España es en este momento el segundo país grande de la Unión Europea, tras Alemania, por el número de dosis de protección inyectadas por cada 100 habitantes, con 34, 5, por delante en este orden de Italia, Bélgica, Francia, o Países Bajos. En el resto del mundo solo Israel, Estados, Canadá o Reino Unido, también como países de cierta entidad, están por delante.

Ha estado bien que se explicara por qué iba atrasada en Extremadura la vacunación de las personas de 66-69 años, que veían cómo se pinchaba a mayores y menores que ellos. Cosas de AstraZéneca, que primero era para la población activa en general (60 años y menos), y luego por los trombos ha quedado para los hoy día ‘medianos’, de 60 a 69 años, y dentro de ellos se ha hecho una primera aproximación, exitosa, con los de 60-65.

No hay temor, la gente quiere vacunarse, ya sobran campañas, y será un grupo los sexagenarios que una vez protegido serán de los mejores viajeros y nutrirán alojamientos y restaurantes: muchos disponen de abundante tiempo (están jubilados) e ingresos estables (y con pensiones mayores que antes).

*Periodista