El arte de no tener talento. Eso es a grandes rasgos el ‘hamparte’, una palabra que une dos términos aparentemente contrapuestos: hampa y arte. Fue acuñada hace relativamente poco tiempo por el pintor y youtuber Antonio García Villarán para referirse a todo aquello que no es arte, pero se nos trata de vender como tal. A una sociedad que, por lo general, es incapaz de distinguir si una iglesia es de estilo románico, gótico o barroco es muy fácil colársela. El perfomance de Ampparito (Madrid, 1991), en realidad Ignacio Nevado, bajo el título Boya me parece un ejemplo claro de ‘hamparte’. Colocarle unos flotadores rojos a modo de testículos gigantes y entre las manos a la estatua ecuestre de Hernán Cortés no tiene nada que ver con el arte, ni con el buen gusto, ni con la transgresión. Solo busca que se hable de la horterada por su impacto visual. Cumple el primero de los requisitos para ser ‘hamparte’: Se realiza con objetos que están accesibles y a la venta en el mercado (los flotadores, que parecen comprados en un establecimiento asiático). Se ha convertido en arte ‘mágicamente’ al colocarlo en un espacio público (la rotonda de El caballo). La obra se explica con un rebuscado argumentario teórico: es el conquistador flotando para surcar los mares en busca del tomate y el chocolate (¡ahhhh, claroooo!). Y así podría seguir con casi todos los postulados del ‘hamparte’, que cumple al dedillo. Lo mismo se ha hecho con nuestro querido Nezahualcóyotl y con Leoncia. Un ‘sindios’. Efectivamente, Ampparito dirá de mí que no entiendo de arte. Puede ser, pero sí tengo sentido común y cierto concepto de la armonía visual, y estos puñetazos en el estómago de la cordura me dejan atónito. Es una opinión personal, pero estas instalaciones que solo crean polémica y desmerecen la verdadera creación artística me parecen un engañabobos. Refrán: De las ciencias y las artes, sólo es enemigo el ignorante.