Dicen que lo que pasa en Estados Unidos es muchas veces preámbulo de lo que va a ocurrir en Europa y, por consiguiente, en España. Por eso no dejan de sorprenderme las iniciativas puestas en marcha en este país para incentivar el proceso de vacunación contra el covid. Los expertos epidemiólogos dicen que cuando se combate una pandemia primero falta la vacuna, más tarde los facultativos para administrarla, después las dosis abundantes que deben suministrar los laboratorios y finalmente los brazos de las personas dispuestas a ponérsela. Y es que la condición humana, por regla general egoísta, no entiende eso de la inmunidad de rebaño, y cuando observa que hay un grupo amplio de personas vacunadas empieza a considerar que no es necesario pasar por el proceso dado que ya nadie se lo va a pegar y está evitando los posibles efectos adversos.

En Nueva York, el gobernador Andrew Cuomo ha decidido dar entradas para los partidos de béisbol de los Yankees y los Mets a cambio de estar vacunado y el alcalde, Bill de Blasio, ofrece poder acudir al zoo del Bronx gratis a quienes hayan recibido un primer pinchazo. Ambos mandatarios han iniciado una especie de guerra de ofertas en las últimas semanas y si el alcalde regala siete días del servicio de bicicletas de la ciudad a todos los que se vacunen, el gobernador hace lo propio con las tarjetas del metro.

Hay ciudades donde se ha puesto en marcha el lema «inyección y cerveza»: a cada dosis, una ‘birra’ gratis en el bar de al lado. Pero esta semana ha salido el ‘top ten’ de las ofertas y ha venido desde el estado de Ohio. El gobernador, Mike DeWine, ha lanzado una lotería covid, nada menos, de manera que todos los vacunados en una semana entran en un sorteo de un millón de dólares. No hay que comprar el billete ni echar un boleto, solo residir en el estado, ser mayor de edad y demostrar haber recibido la vacuna. El dinero sale de los fondos federales de lucha contra la pandemia y por ahora nadie ha dicho que sea ilegal a pesar de la perplejidad de algunos y lo sorprendente que pueda parecernos a este lado del Atlántico. Las autoridades sanitarias de este estado se han mostrado preocupadas por el descenso del ritmo de vacunación y no porque falten dosis, sino porque los receptores han empezado a desistir de sus citas.

"La vacunación nunca se hace por solidaridad con el prójimo, sino por miedo al contagio. Egoísmo puro"

No veo en España ni en Extremadura esta práctica de ofertas por vacunarse. No creo que salga el ‘Vacúnese y entre en el sorteo de un jamón’, por ejemplo. Pero no deja de ser curioso que aquí estemos protestando por el ritmo de vacunación y en otros países más avanzados hayan empezado a pescar a los pacientes a lazo. Denota que la vacunación nunca se hace por solidaridad con el prójimo, sino por miedo al contagio y la enfermedad en sí misma. Egoísmo puro.

La ciudadanía debe estar preparada y concienciada de que este proceso es bueno para sí y para el resto, de lo contrario no vamos a conseguir la efectividad de grupo que se necesita y estamos hablando de más de un 70% de vacunados este verano. En este sentido, deben evitarse errores como el sucedido esta semana en Cáceres, cuando se inoculó AstraZeneca a una población para la que no está recomendada esta fórmula, un fallo garrafal que enturbia un proceso hasta ahora ejemplar. No se puede generalizar, porque la sanidad extremeña y sus facultativos han dado muestras sobradas de su profesionalidad, pero estos errores deben analizarse en profundidad para que no vuelvan a ocurrir. Si se siembran sospechas sobre la efectividad de algún tipo de vacuna y se le añaden, además, fallos en la administración de las mismas vamos a acabar como en Estados Unidos, con incentivos a cambio de pinchazos. 

Muy pocos retos colectivos hemos tenido como éste a lo largo de la historia de la humanidad. Salgamos unidos, es la única manera de vencer al virus. Y dejémonos de loterías y de monsergas.