Margarita del Val, la prestigiosa viróloga e inmunóloga del CSIC, resumió la pasada semana mejor que nadie el por qué de las idas y venidas de la pandemia en España. Apuntaba certera que lo que más ha funcionado contra el virus es la prevención y lo que menos, el exceso de confianza. Así dicho, negro sobre blanco, parece de cajón y, sin embargo, en los más de quince meses que llevamos luchando contra 'el bicho' todavía no hemos conseguido dar con la tecla para controlar la situación, aprender de los errores cometidos y domar de una puñetera vez los vaivenes de una curva, que ha demostrado ser más tozuda y astuta que todos los que se llaman a sí mismos expertos. Así las cosas, nos acercamos a un segundo verano en el que, mientras algunos están convencidos de que lo peor ya ha pasado, otros, entre ellos los olvidados héroes sanitarios, siguen con el agua al cuello con la terrible sensación de que la orilla, que parece tan cercana por momentos, se aleja irremediablemente, una vez más. 

Y son esas dos posturas irreconciliables, que conviven en nuestra sociedad de manera intermitente, las que me han hecho recordar la fábula de La cigarra y la hormiga. Ya saben, esa historia en la que la primera pasa los meses de calor cantando al sol al más puro estilo 'carpe diem', mientras la segunda trabaja incansable pensando en el invierno, cuya moraleja nos viene a decir que aunque podemos disfrutar el presente, nunca deberíamos perder de vista el futuro, sobre todo el más cercano. No hay más que echar un ojo a las terrazas de nuestro entorno para darnos cuenta de que en estos momentos, hay más cigarras que hormigas a nuestro alrededor. Jóvenes y no tan jóvenes, que después de un invierno en el que la cuarta ola se volvió a llevar por delante miles de vidas, apuestan por disfrutar la relajación de las restricciones y el buen tiempo aquí y ahora. Y mañana, Dios dirá. 

Lo cierto es que es difícil ser hormiga en los tiempos que corren. Y quien más y quien menos necesita desesperadamente desfogar un poco y quitarse, aunque sea solo unos minutos, ese trozo de tela que nos oprime la cara, el corazón y la mente, desde hace tanto tiempo. Pero es tan fácil y tan inmediato comprobar los efectos de ese 'bajar la guardia', traducidos en incrementos de casos, en cribados masivos, en nuevos cierres de perímetros, que parece mentira que volvamos a caer en la trampa de olvidar esas simples reglas de juego que apuntaba Del Val. Sin ir más lejos, Bienvenida, mi pueblo, que había superado las cuatro olas de la tragedia con baja incidencia y mortalidad, se encuentra ahora en situación de riesgo extremo, precisamente por ese exceso de confianza del que hablaba la reconocida científica. 

"Nos hace falta un baño de realidad. No hemos vencido al virus. Sigue ahí. Esto no ha terminado"

Nos hace falta un baño de realidad. No hemos vencido al virus. Sigue ahí. Esto no ha terminado. Continuamos sumando muertos y enfermos. Algunas voces que se parecen a las de los predicadores en el desierto lo advierten cada día. Los sanitarios, a los que ya nadie aplaude en los balcones, lo recuerdan exhaustos. De alguna manera todos lo sabemos, lo tememos, pero algunos optan pese a todo por mirar hacia otro lado; porque se lo pide el cuerpo y porque desde los micrófonos oficiales hace semanas que los voceros de turno han optado por poner el acento en lo positivo, llamados por los cantos de sirena de los beneficios económicos del turismo. 

Así que son muchos los que se concentran en el buen ritmo al que avanza la vacunación. Aplauden como niños la ampliación de los horarios en el ocio nocturno, la vuelta de las bodas, bautizos y comuniones. Reciben con los brazos abiertos la limitación a diez personas en las reuniones privadas, aunque suene a multitud. Y celebran la posibilidad de dejar de llevar la mascarilla en el exterior. Eligen ser cigarras porque el frío y sus estragos resultan de pronto muy lejanos. Y las hormigas con su 'prevención' y sus miedos les resultan agoreras y aguafiestas. Dicen que lo que se aprende con babas no se olvida con canas, pero dudo mucho que esa mayoría hedonista que prefiere disfrutar del momento tenga presente estos días el cuento o las enseñanzas de Esopo. Quizás ni siquiera lo conozcan, así que deberíamos recordarles el final de la cigarra para que entiendan que terminarán los días de verano y el covid seguirá aquí. 

*Periodista