Decía Cicerón que la brevedad es la mejor virtud de un discurso. Eugenio D’Ors, escritor, periodista y filósofo catalán y español (1881-1954), nos cuenta internet que decía que, ante una comunicación cualquiera, una vez superado el miedo inicial, nos quedarán dos cuestiones importantes: ser natural y ser breve. Supongo que esos terribles y larguísimos discursos del recordado Fidel Castro supondrían una auténtica tortura para todos los que estuvieran obligados a escucharle, sin moverse de sus asientos, durante horas y horas. Disfrutaba él más hablando que los demás escuchándole.

Ya decía Miguel de Cervantes que “no hay razonamiento que, aunque sea bueno, siendo largo lo parezca”, lo que nos explica claramente y en pocas palabras que, cuando nos reunamos para comunicar algo, no debemos ser cansinos para no aburrir al personal con nuestras disertaciones. Aquí cobra fuerza la sabiduría con que el refranero español nos ha recordado siempre que “lo bueno, si breve, dos veces bueno”.

Pues todo esto viene a colación por la brevísima reunión que nuestro presidente Pedro Sánchez mantuvo con el primer mandatario de los Estados Unidos de América, JoeBiden, hace unos días, en los pasillos de la sede de la OTAN en Bruselas. Fue un brevísimo paseo, pero una vez que el presidente español superó el miedo inicial, se dirigió erguido hacia el presidente de los EE.UU., buscó la naturalidad y, sobre todo, fue breve, mejor dicho, breve no, lo siguiente, como dicen los adolescentes de ahora cuando se cuentan cómo son las cosas.

Y a pesar de esa brevedad exquisita y asombrosa, a nuestro presidente le dio tiempo, según él mismo afirmó, a hablar de la necesidad de reforzar los lazos militares entre EE.UU. y España y de actualizar el convenio bilateral de defensa. Hablaron, también, de la situación de América Latina y del problema de la migración en Centroamérica. Y también les dio tiempo a alabar la agenda de la nueva Administración Americana, que ha sido la inspiración para muchos progresistas. Y todavía le dio tiempo, dice Pedro, a quedar en continuar colaborando, trabajando y seguir en contacto. Y, si el pasillo hubiera sido más largo, no me imagino la enorme anchura que habría cobrado la agenda por la largura del nuevo corredor.

El propio Cervantes, que alababa la brevedad en los discursos, habría puesto en boca de su Sancho, encaramado en el sudoroso rucio, un “coño” de asombro al oír lo que a nuestro presidente le dio tiempo a comunicar a Joe Biden en tan poco tiempo. Y es que, a veces, los asesores que rodean y asesoran a las personas con cargos relevantes, se equivocan de cabo a rabo en sus consejos. Las expectativas con que rodearon el encuentro de nuestro presidente español con el americano fueron erróneamente concebidas y fatalmente exageradas. 

Si no se hubiera dicho antes y hablado hasta la saciedad de un importantísimo y preparado encuentro entre los dos líderes, al ver de lo que en realidad se trataba, el acercamiento de Pedro con Joe, aunque fuera sólo para darse un saludo pandémico y presentarse, hubiera sido visto de una manera diferente por todos, en lugar de convertirse en un ridículo espantoso, aunque breve.

Y es que, a veces, cuando los asesores no aconsejan como es debido, y no asesoran bien, todo se tuerce, y van no saliendo las cosas ni todo tan redondo, como en un principio podría esperarse de ellos.

*Ex director del IES Ágora de Cáceres