La salida de la cárcel de los independentistas ha empezado –no podía ser de otra forma- con una provocación, una amenaza: «Seguiremos luchando por la Independencia», dicen los hasta ahora presos mientras resuenan en el Congreso los aplausos socialistas a Sánchez; sin embargo, esas palmas programadas por la propaganda de Moncloa, no acallan el estruendo que provoca la humillación del independentismo a España, permitida y facilitada por el sanchismo para seguir manteniendo los privilegios de la presidencia del gobierno.

Nadie duda de que esto solo es el principio en esa hoja de ruta marcada por los secesionistas; no se trata ya de la ingente cantidad de dinero e inversiones que recibe Cataluña a cambio de votos, sino de que esto acabará en un referéndum. Desconocemos la fecha, pero seguro que será la que decidan los paladines de la república catalana. Antes les queda por resolver el asunto Puigdemont, huido de la justicia. Pero de esa cuestión ya se encargará el gobierno, porque el siguiente paso será reformar el delito de sedición para allanar el camino al huido y que pueda volver a España libremente a sentarse en esa mesa de negociación que se está preparando.

De esa mesa de negociación, con el Estado debilitado y el gobierno entregado, se puede esperar cualquier cosa, pero lo indudable es que el riesgo para el estado de derecho es evidente. Esta debilidad y entrega, además, han sido rápidamente aprovechadas por el PNV que considera que los indultos «son un buen punto de partida» y reclama que el País Vasco es una nación. También Otegui ha aprovechado la circunstancia exigiendo la libertad de los asesinos de ETA porque, según él, es el momento. ¿Esta es la concordia de la que habla Sánchez?

Ya saben que Vara apoya estos indultos; iba a irse si el gobierno pactaba con el independentismo, pero -¡oh, sorpresa!- aquí sigue. Sí, aquí sigue, pero ocupado en las cosas de Moncloa, en justificar a su jefe de filas y sus abusos en lugar de exigirle lo que necesita Extremadura; de reclamar las acciones necesarias para acabar con nuestro problema estructural de paro, pobreza, despoblación, el AVE o un régimen fiscal específico para activar la economía de la región.

Estos indultos no son soluciones políticas a un problema, es claudicar por la dependencia de Sánchez a sus socios; es rendirse a las intenciones de gente que solo tiene un fin último: una independencia basada en el odio a un pueblo, el español. Un pueblo al que el gobierno quiere acallar aplicándole una sordina porque cree que, permitiendo ir sin mascarillas en espacios al aire libre y bajando el IVA de la luz, podrá silenciar las voces de los españoles –incluidos los catalanes- que creemos en la unidad de España y en la Constitución por encima del ansia de poder de un presidente.

*Ingeniero Técnico Agrícola y diputada del PP