La enemistad política no viene de improviso. Sería un sueño poder dulcificar la política y la imagen que tenemos de algunos políticos. Pero ¿cómo hacerlo si se confirma cada día que la política no nos tiene en cuenta? La vieja manera de hacer de nuestros dirigentes está a punto de tumbar nuestra confianza; son maneras de actuar fosilizadas que a punto están de arruinarla más mínima posibilidad de cordialidad entre españoles. 

Me parece un cielo desgarrado. Un cadáver triste. Me parece pura arqueología ver a compatriotas catalanes pedir libertad justo cuando acaban de salir de prisión por la magnanimidad del gobierno al que atizan. 

Y una se siente sucia mirando todo eso. Una se siente pegajosa, manchada porque aquello que ve es la sucia indumentaria que cubre al político-trampa, el que se ha colado por las fisuras del sistema. Sucia porque el horizonte, pudiendo ser deslumbrante, se muestra embarrado y sin salida. Siente una la sensación de haber tocado fondo con el mantecoso asunto de la independencia de Cataluña.

¿Será acaso la nuestra, la de los españoles de España, una infantil manera de contemplar la Historia?, por contra ¿será la de ellos, la de los catalanes separatistas una ininteligible y subrepticia manera de entenderla?

¿De verdad es ésta la hora feliz de la concordia? 

¡Es tan triste! 

¿Cómo hablar con aquellos que han fabricado una idea atroz de España, en qué términos acudir a una mesa llamada de diálogo, si el de enfrente te tilda de opresor?

Han prefabricado una gran mentira y entorno a ella someten sin reparo, una y otra vez, a todo un gobierno en aras de una más que delirante ensoñación a la que Pedro Sánchez ha dado alas potentísimas. 

España desmembrada como el juguete de un niño caprichoso al que le estorban algunas piezas y decide arrancarlas con el consentimiento de sus propios padres. Así es como lo veo.

¿Podemos hacer algo ante los fanáticos totalmente convencidos? ¿Se han examinado honestamente a sí mismos, sus creencias y las razones para mantenerlas? 

Si concedemos a la intolerancia el derecho a ser tolerada, destruimos la tolerancia, y el Estado constitucional. Éste fue el destino de la República de Weimar. Cataluña se ha convertido en terreno desollado, quemado por el aliento de la obcecación; lo malo de ese ardor que como queda demostrado no es ni mucho menos pasajero, es que nos quemamos todos, como esos amantes que se odian, pero se aman, que se aman, pero se odian inevitablemente.

¡Qué pena de aquella poética del mar y las ramblas con sus floristas! Estos días huele todo a rosas pisoteadas.

"España desmembrada como el juguete de un niño caprichoso al que le estorban algunas piezas y decide arrancarlas"

Ya nos advirtió Konrad Adenauer en su discurso pronunciado el 25 de septiembre de 1956: «Debemos trabajar sin descanso para arrojar por la borda las objeciones derivadas de conceptos nacionalistas, debemos actuar. De no hacerlo, aquellos eventos en los que los europeos no seamos capaces de influir nos superarán».

Convendría recordar que entre los principales objetivos de la política están, entre otros, asegurar la convivencia, así como prestar atención a las causas que originan los enfrentamientos e investigar los posibles puntos de ruptura. Y todo ello con el firme propósito de buscar soluciones integradoras.

Hablen entre ustedes siempre y cuando sea para armonizar el futuro de todos los españoles. Hablen de cuestiones eficaces manteniendo el sagrado orden público. No permita señor presidente el más mínimo conato de acaloramiento, apague de inmediato por el bien de todos y el suyo propio el primer brote de delirio que asome fluorescente en los papeles del diálogo. Sea magnánimo si quiere con esa minoría, pero sea históricamente exquisito con el resto de españoles a los que aún no nos llega ni para un tren digno. 

Atrévase señor presidente a ser igual de espléndido y compasivo con Extremadura, una tierra que no se rebela, no amaga, no se levanta como montaña de plomo. 

¡Dicen que nos falta ambición! Suponed que la tenemos.

* Periodista