Las novedades en el Gobierno son que hay más ministras y que salen de él los llamados «pesos pesados».

Siempre, en todo cambio de Gobierno, se reconoce que había «pesos pesados», pero solo se les reconoce el peso y la pesantez cuando dejan de serlo. Así, la ministra Arantxa López Laya, el ministro Juan Carlos Campos, la ministra Isabel Celaá o la vicepresidenta Carmen Calvo, según las básculas periodísticas. López Laya será recordada por Marruecos, mal. Campo, por los independentistas, bien. Celaá, por los estudiantes que suspenden, bien. Y Calvo, por la familia Franco, mal, muy mal.

La novedad, sin embargo, a propósito de quienes salen, es Iván Redondo, cuyo cargo ha sido siempre un misterio, lo mismo ahora con el presidente Sánchez que hace años con el expresidente extremeño José Antonio Monago. Su peso se pondera en éxitos: dos de dos. Y el misterio que le prestigia (celebridad desconocida) crece estos días con la duda de si él ha dejado el Gobierno (para probar con otros partidos, hombre cuyo oficio obliga a la transversalidad ideológica) o si el Gobierno le ha dejado a él.

Y novedad es, por supuesto, la salida de José Luis Ábalos, no solo por dejar el Gobierno sino por dejar de ser también secretario de Organización del PSOE, que es novedad al margen de las novedades del Gobierno, tal vez, pero sospechosamente vinculada: ¿deja de ser secretario de Organización del partido porque deja de ser miembro del Gobierno o deja de ser miembro del Gobierno porque deja de ser secretario de Organización del partido? No es retruécano: pregúntese por el huevo y la gallina.

Respecto a que hay más ministras en el Gobierno, cabe esperar que la novedad no sea que hay más ministras que ministros, sino que hay más ministras, sin más. Entre otras cosas, por evitar el mal gusto de preguntar jocosamente qué ocurrirá con el reparto paritario cuando haya no solo ministros y ministras sino también ministres, ahora que se ha aprobado la ley trans. Pero si la novedad no es que hay más ministros que ministras, no se entienden entonces las comparaciones, como decir, por ejemplo, que España tiene, desde ayer, un Gobierno más paritario que Suecia, Finlandia, Francia e incluso Lichtenstein, donde el Gobierno lo forman tres mujeres y dos hombres. 

Porque si la novedad es que hay más ministras que ministros, no es solo que importe menos quiénes forman el Gobierno, sino que solo importa eso: que sean más mujeres que hombres. Véase hasta qué extremo, por ejemplo, lleva el entusiasmo provocado por la novedad a la responsable de la corresponsalía de género del diario El País: «(El nuevo Gobierno) es el que más presencia femenina tiene de Europa, de la historia de la España democrática y previsiblemente del mundo». Previsiblemente.

Siempre, en cualquier remodelación de cualquier Gobierno, hay cambios en los ministerios y se reconoce que había «pesos pesados». Suelen llamarlo «crisis». Nada nuevo.

*Funcionario