Septiembre comienza con su olor a libros escolares nuevos, a papel transparente de forrar y a bolis que se estrenan. Se encarga de cerrar puertas al verano y nos da una pequeña tregua antes de llenar el alma de otoño.

Creo que he escrito las cartas más melancólicas en un mes de septiembre, cuando los amores “eternos” de verano se iban convirtiendo en distancia y olvido mientras seguía saliendo arena de la playa de cualquier zapatilla o del bolsillo más recóndito. Una caja de lata que antes albergaba galletas llena ahora de sobres amarilleados da fe de que fueron reales.

También he roto casi todas las promesas y los propósitos en algún mes de septiembre, aunque ahora no recuerde cuáles eran y si existieron siquiera. El año que viene los formularé de nuevo con la firme convicción de no conseguir ninguno.

En estos días me he sentado bajo el porche con mis padres a beber manzanilla (sabor a Sur que traigo a estas tierras mesetarias) y a planear futuros que se han ido tejiendo desde un pasado familiar ya remoto. Conocer los orígenes, mantener las raíces para saber hacia dónde vamos o, al menos, hacia dónde queremos ir. Y estrechar lazos a través de una guiri que descubre que hay otros mundos en este mundo, y que el hogar está entre los brazos de familia que te acogen. Y que el jamón ibérico es un bien que debería ser Patrimonio de la Humanidad.

Septiembre es planear un cumpleaños generacional con las amigas de toda la vida, sabiendo que cualquier destino será bueno si hemos llegado juntas a los 50.

También en este mes ha vuelto la consciencia de que la educación es la clave para una vida digna y para poder elegir. Jacinta a la puerta del centro pidiéndome que la buscase en las listas de alumnos, porque a sus 67 ha decidido que quiere aprender a leer su nombre y a juntar letras para escribir a sus nietos. Y yo otra vez los nudos en la garganta.

Llega la lluvia en septiembre y, como decía mi abuela, huele a esperanza. Como si todo pudiera empezar de nuevo. Aunque lo que empiece sea una versión nueva de lo de siempre, que no es otra cosa que la vida rodando. Y agradecerlo cada mañana.

Disculpen si hoy no estoy muy prosaica ni “pegada a la actualidad”; necesitaba compartir esta página de mi diario personal. Ya otro día hablaremos de cosas más limitadas.

*Periodista