No me resultan relevantes los escraches que han recibido Ada Colau y Pablo Iglesias (hasta hace poco, partidarios de ellos). Al fin al cabo, es mera performance política interpretada por actores de medio pelo que pretenden vivir de la cosa pública y creen que este tipo de teatrillos les viene bien para la causa. A Colau e Iglesias les funcionó el escrache, y los que vienen detrás no hacen sino repetir el mismo guion. Ya se sabe: el viejo populismo de siempre. 

Pero hay otro escrache, mucho más real, mucho más virulento, mucho más desestabilizador: el que están sufriendo los ciudadanos del Reino Unido, que han de hacer colas masivas en las gasolineras durante horas para poder abastecer de combustible a sus vehículos. Se estima que sería necesario contratar a 100.000 camioneros para poder restablecer la normalidad en un país que hasta ahora ha sido puntero en Europa. No hay escasez de gasolina o diésel, ni escasez de alimentos (aunque algunas estanterías en los supermercados comiencen a verse vacías), lo que hay es escasez de trabajadores que puedan repartir el combustible o los alimentos. Podría decirse, pues, que los ingleses se han hecho un escrache a sí mismos.

Boris Johnson endureció las reglas de inmigración tras salir de la UE porque no quería depender en exceso de mano de obra extranjera, y ahora toca, ay, depender de su ausencia. Y nada hace indicar que este vaya a ser el último efecto secundario del Brexit.

La política no es un juego de niños, por mucho que algunos así lo encaren. Es un juego de adultos irresponsables, y, antes o después, el ciudadano tendrá que pagar los platos rotos. 

El político populista es fácil de detectar: intentará convencerte de que tu vida va a mejorar mucho con solo pulsar un par de teclas, algo que solo podrá hacer él. Lo que no te cuentan es qué hacer cuando sus recetas fáciles para problemas complejos se demuestren falsas.

*Escritor