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Cáceres movida

El otro día me contaba Antonio, de la Librería El Buscón (que sigue siendo la mejor de Cáceres, a pesar de la competencia que le ha surgido con La Puerta de Tannhäuser, más llamativa en cuanto a luces y diseño, pero con muchos menos libros), que lleva vendidos más de veinte ejemplares del libro sobre la movida cacereña. A este paso, va a convertirse en el primer bestseller del servicio de publicaciones de la UEX, sin necesidad de que su autor lo ponga como lectura obligatoria para sus alumnos de Economía o Historia del arte. 

Tampoco me extraña, pues Cáceres es una ciudad de gente mayor. No hay más que ver la Facultad de Letras por las tardes, ocupada por señoras y señores que peinan canas y llevan bastones (y abarrotan los aparcamientos), imagen a la que uno no termina de acostumbrarse, habiendo de siempre identificado universidad con juventud. Pero si no fuera por la Universidad de Mayores, la mayoría de las aulas estarían vacías. Así que hay mucho cacereño avejentado que con este libro refresca sus recuerdos de cuando moceaba, época añorada. Está claro que la mayoría de la gente no lee para conocer, sino para reconocerse, y los libros raros y novedosos atraen menos que los previsibles. 

Eppur si muove, como dijo Galileo. Y sin embargo Cáceres se mueve, vuelve a moverse de nuevo, pese a que su universidad no atraiga a los jóvenes locales y se mantenga a flote gracias a los que nos vienen de Acebo, Gargüera o Pueblonuevo del Guadiana. La semana pasada estuvieron por aquí unos amigos canarios y se quedaron maravillados de la vida nocturna de Cáceres. Que un miércoles estuvieran llenos los bares de la Plaza Mayor, o que hubiera un sitio como el Boogaloo, que a las cuatro de la madrugada, cuando nos retiramos, “no tuviera pinta de cerrar”, les parecía inverosímil e imposible en una ciudad como Las Palmas, con el cuádruple de población. 

"A este paso va a convertirse en el primer bestseller del servicio de publicaciones de la Universidad de Extremadura"

Más movimiento hubo aún a partir del día siguiente, con el Mercado Medieval de las Tres Culturas, cancelado el año pasado por la pandemia, y que regresó con más puestos y afluencia de público que nunca. Con todo lo kitsch y anacrónico que pudieran tener algunos puestos, resulta una iniciativa siempre llamativa y que de hecho debería haberse iniciado mucho antes, aprovechando el incomparable casco antiguo que tenemos, y que impresiona por sus dimensiones y conservación a los visitantes. Doy fe de ello en cuanto a mis amigos canarios, a los que a cambio entristeció ver tanta palmera talada o mochada, a causa de la maldita plaga del picudo que ha dejado a Cáceres casi sin palmeras. El Mercado Medieval, para turistas y familias, es una atracción a la que no se puede faltar, y si algo eché en falta fueron las hermosas águilas y halcones de las exhibiciones de cetrería de otros años, pues se han suprimido los espectáculos con animales, ejemplo de esta estúpida corrección política por la cual se pueden matar aves a millones, pero no amaestrarlas. 

El Mercado Medieval de las Tres Culturas es un ejemplo de colaboración idónea entre el Ayuntamiento, comerciantes y población, y debería servir de modelo para otros actos, pues cada uno tiene su emplazamiento idóneo. La obcecación del alcalde en que el Mercado de Navidad se ubique en la Plaza Mayor, para tener una postal navideña como las de Estrasburgo o Núremberg, es desproporcionada y absurda, como lo era su empeño en que la Feria del Libro se trasladara también a la Plaza. Las ferias y mercados han de estar en el Paseo de Cánovas, si se quiere que sean rentables, pues la gente no pasa por la parte antigua salvo en ocasiones especiales, y eso es lo que hace su encanto. Salvo los cuatro días del Mercado Medieval, hemos de dejar que el casco conserve su encanto para el paseante solitario, y no convertirlo en feria permanente. 

* Escritor

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