Es la típica frase que todos hemos visto en las películas -porque yo en la vida real nunca la he escuchado y cogí muchos trenes en mi época de estudiante- y que daba la inminente salida a los trenes. En Extremadura ya se ha hablado por activa y por pasiva de la falta de infraestructuras ferroviarias, de esa infografía en la que nuestra comunidad aparece limpia de líneas de AVE mientras que en el resto de España se entrecruzan, pero lo que nunca había visto hasta ahora es que tuviéramos una estación de tren nuevecita, pero no tuviéramos trenes.

Es lo que ocurre ya en la cuarta ciudad en número de habitantes de la región, la «capital de la alta Extremadura», como la llama su alcalde, Fernando Pizarro. En Plasencia, si pasaran trenes, los viajeros podrían disfrutar ya de un espacio completamente remodelado, más amplio, más moderno, con aparcamientos como nunca los ha tenido...

Pero no es posible, prácticamente todo está cerrado a cal y canto porque desde el 1 de julio, está en obras el tramo de la vía entre Plasencia y Monfragüe y, aunque en octubre estaba previsto que terminaran, ha pasado como siempre, que del dicho al hecho hay mucho trecho y llegó noviembre. La nueva previsión era tener ya lista la infraestructura a finales de este mes, pero Adif ya duda de que pueda cumplirse este plazo y no pongo yo la mano en el fuego porque estas Navidades los estudiantes de Madrid, Cáceres o Badajoz puedan llegar a Plasencia en tren.

Como mucho hasta Monfragüe y de ahí en autobús. «Somos un meme», circulaba por una red social ante la paradoja de tener estación, pero no trenes. Pero además, muchos se preguntan cuántos trenes pararán realmente en la estación placentina cuando reabra la vía y muchos más temen que sea una zona de paso, pero no de parada y fonda.

Porque las mentes pensantes de antaño decidieron convertir la estación placentina en un fondo de saco, con trenes que entran y deben salir por el mismo sitio por el que llegaron; con trenes que ya no pueden continuar su camino hasta Astorga, cruzando la Vía de la Plata.

Será que entonces no se peleó lo suficiente; será que los extremeños no tenemos la furia de los trabajadores de los astilleros gaditanos para luchar por lo nuestro como si nos fuera la vida en ello, que es lo que en realidad nos sucede cada vez que dejamos pasar trenes.

*Periodista