He pasado el puente viajando de un lado a otro del sofá. Lo he hecho sin pasaporte covid y, prácticamente, descalzo. Haciendo largas peregrinaciones hasta el Mercadona, en busca de turrón de chocolate y vino barato.

Descubriendo un sinfín de ruinas dentro de mi armario y buceando entre las profundidades de las sábanas. He bebido y me he emborrachado hasta tropezar y acabar, sin saber cómo, dentro de la cama con el pie derecho fuera de los márgenes y la baba empapando el colchón. He discutido contra todos los del espejo y he salido a cenar con una fregona preciosa de pelo lila. Además, me ha dado tiempo a sumarme a la moda de compartir por Instagram cuál ha sido la canción que más veces he escuchado este año en Spotify: una de la BSO de la película de Rocky Balboa.

Y me ha dado por pensar: ¿Debería Spotify sacar una lista de canciones con las que no nos atrevemos? ¿Una playlist de letras y músicas que se nos atragantan? ¿Nos desnudaríamos de tal manera ante el mundo si nos doliera?

Yo, por si acaso, he creado ya la mía y la he sudado delante del espejo, durante todo el fin de semana, a toda voz y con la botella en la mano.

No sé si por semejante exorcismo o por el frío que pasé en el Romano, pero estoy sin voz. En semejante escenario vi imperial a Carlos Daniel pasando a limpio todo lo que se ensuciaba en defensa, que no fue poco. El gol fue de Bermu y la parada de Bernabé. Lo que no se vio fue porque Carlos Daniel, simplemente, hizo que no sucediera.

Parece que Cobos ha vuelto a confiar en esa vieja canción, la del central. Esa que no sonaba, que parecía que dolía, y que, ahora, ha vuelto a su playlist. Es la de Carlos Daniel una de esas letras olvidadas que vuelve a sonar fuerte en el Cacereño.

Id y compartirlo también en Instagram, anda.

*Periodista