En un mes, cuando se celebren las elecciones en Castilla y León, se abre el ciclo electoral español que nos llevará hasta finales de 2023 con las generales. Porque en este año se tienen que llevar a cabo también los comicios autonómicos en Andalucía, la madre de todas las batallas, y en mayo del año que viene las del resto de comunidades autónomas menos el País Vasco, Cataluña, Galicia y Comunidad Valenciana. Es la primera vez que Castilla y León se separa del régimen común de elecciones autonómicas, que se celebraban el cuarto domingo de mayo cada cuatro años, lo que ha supuesto un punto de inflexión en los diferentes partidos y un cambio de estrategia que llevará implícito estar de campaña prácticamente dos años.

Pablo Casado juega con la ventaja de gobernar en Castilla y León con Alfonso Fernández Mañueco y en Andalucía con Juanma Moreno Bonilla, aunque ninguno de los dos ganó las elecciones sino que lo hizo el PSOE. Gobiernan gracias al pacto de coalición con Ciudadanos, partido que se irá al garete según todas las encuestas y cuyo electorado pretende absorber el PP con el permiso del resto. Esta es la baza que quiere jugar el líder de la oposición: alcanzar el poder castellanoleonés primero y andaluz después para asentar la idea de que llega un cambio de ciclo y lo que viene es el asalto del PP a la Moncloa.

Casado lo que quiere es asentar la idea de que llega un cambio de ciclo para el PP cara a la Moncloa

Pero los socialistas no se van a quedar quietos, sino todo lo contrario. Quieren apostar en Castilla y León por Luis Tudanca, líder territorial de la comunidad y vencedor de las elecciones autonómicas de 2019, sabedores de que Podemos no tiene casi recorrido en este feudo y que el PP ha perdido la muleta de Ciudadanos, de manera que para gobernar no tienen más remedio que apoyarse en Vox, cuyos líderes ya han dicho que esta vez no quieren sostener gobiernos sino formar parte de ellos, con todo lo que ello implica. Mientras tanto, en Andalucía se han desprendido de la herencia 'Susanista' y apostado por Juan Espadas como adalid de un partido que viene a recuperar la esencia de ese feudo de 36 años donde los escándalos de los ‘eres’ y la coalición de PP y Ciudadanos mandó a la oposición. El PSOE es consciente de que no es lo mismo defender el fuerte que asaltarlo y que Juanma Moreno Bonilla ha logrado asentarse en un cargo que conseguiría mantener con una emergente Vox, pero la clave está en si los socialistas son capaces de movilizar al medio millón de abstencionistas que en 2018 se quedaron en casa y si la agrupación de fuerzas de izquierda impulsadas por Yolanda Díaz, esa que pretende agrupar a todas las fuerzas a la izquierda del PSOE, logra juntarse y brindarle su apoyo. Porque una cosa está clara: las mayorías absolutas han quedado descartadas, aquí o gobierna el PP con Vox o lo hace el PSOE con Podemos o lo que resulte en un futuro.

Los socialistas no se van a quedar quietos y se preparan para dar la batalla en todos los feudos

En Extremadura, por el momento, todo el mundo permanece a la expectativa, si bien el PP continúa en situación de ‘búsqueda activa de líder’. Con un congreso regional aplazado al mes de marzo para evitar una guerra de bandos que va a ser muy complicado solventar, los populares andan sin un guión electoral definido a año y medio de las urnas. Saben que los escenarios autonómicos castellanoleonés y andaluz van a influir en la comunidad lo mismo que en el resto de España, pero también que con un partido sin candidato difícilmente pueden empezar batalla alguna, máxime si Pablo Casado anda denunciando el reparto de ‘eurofondos’ desde Moncloa donde, según él, se perjudica a Madrid y se prima a Extremadura. Es lo que tienen lo discursos territoriales, que valen para ganar simpatías en un lado, pero generan rechazo en el resto.

Los 34 diputados del PSOE en Extremadura frente a los 20 del PP valen una mayoría más que absoluta hoy día, eso está claro, pero también cuentan los 7 escaños de Ciudadanos cuyo destino está por determinar y los 4 de 'Unidas por Extremadura' (Izquierda Unida más Podemos, Extremeños y Equo) cuyo estatus y permanencia resulta toda una incógnita. Eso sin olvidar que Vox en las pasadas elecciones estuvo a punto de conseguir 2 escaños en la Asamblea extremeña y finalmente se quedó fuera, lo que haría variar el resultado y la balanza en uno u otro sentido.

La coctelera electoral puede aún dar muchas vueltas y la carrera no ha hecho más que empezar.