El fallecimiento la semana pasada de Pascual González, alma mater de los Cantores de Híspalis y claro ejemplo de talento innato, me ha traído a la memoria otro gran personaje cacereño, lleno de duende y más conocido en Sevilla que en la propia ciudad donde nació. Me refiero a Enrique Jiménez Mendoza, de nombre artístico Enrique ‘El Cojo’, nacido en Cáceres el 31 de marzo de 1912 y fallecido en Sevilla en 1985. Este 2022 se cumplen, por tanto, 110 años de su nacimiento en la calle Moret, donde su padre trabajaba en un bar y donde ahora una placa recuerda este feliz acontecimiento. Pero poco más hay de este genio en la vida cultural cacereña. Con tan solo tres años, la familia de Enrique se fue a vivir a Sevilla. De adulto dirigió una famosísima academia de baile donde se formaron grandes estrellas como Lola Flores o Cristina Hoyos. Hasta la duquesa Cayetana de Alba tomó clases con él. Sus padres, Enrique Jiménez Ávalos y Julia Mendoza Espino, no veían con buenos ojos su tendencia bailaora. Por eso su vida es ejemplo de superación, ya que, a pesar de una notable discapacidad por culpa de un tumor, se convirtió en todo un maestro. De hecho, una alumna suya japonesa, Aichi Kasouwa, logró en los ochenta ganar un concurso de baile gracias a las enseñanzas de este cacereño que se apoyaba en su "pierna mala” para bailar. De él dicen que no era agraciado físicamente, pues era sordo, calvo, feo, gordo y bajito, pero la varita mágica del talento innato le había tocado y bien que la aprovechó. Por eso coincido con su biógrafo José Luis Ortiz Nuevo, en que el cacereño Enrique 'El Cojo' no es una mera anécdota en el mundo del baile, ni una rara avis, sino por derecho un gigante que se adelantó a su tiempo. Me apena que en Cáceres no exista un espacio museístico, un premio artístico o tan siquiera algunos efectos personales del maestro en el Museo Pedrilla, por ejemplo. Fíjense si era cacereño que en su esquela reza como “nacido en Cáceres y amante de Sevilla”. Es lo que tienen los genios y los que se supersuperan: la sociedad nunca les llega a aceptar del todo.