La vida tienes estas cosas, que cuanto menos te lo esperas da un giro y todo cambia. Ahí está sino Monago, desahuciado por su propio partido y, de nuevo, con mando en plaza. Quién lo iba a decir hace sólo dos semanas, cuando las direcciones provinciales del PP de Cáceres y Badajoz pactaron y consensuaron su relevo y hasta la dirección nacional dio su consentimiento. Desde esta semana todo ha cambiado. La caída de Teodoro García Egea primero, y la rebelión de los barones territoriales contra Casado después, han puesto patas arriba el partido, de manera que ya nada es igual. Los que mandaban, bien por cargo, bien por delegación, han perdido el poder y Monago vuelve a emerger, tanto para organizar el congreso de su relevo como para dirigir el PP extremeño hasta entonces. Ya se le consulta, ya no se eligen los candidatos de las grandes ciudades sin contar con su consentimiento como pasara en Badajoz con Antonio Cavacasillas que casi se enteró por la prensa.

El verano pasado se dio por amortizado a Monago. Génova así se lo comunicó sin estridencias poniendo al secretario de organización, Alberto Casero, de referente popular en Extremadura. El objetivo era buscar un sucesor, siendo el alcalde de Plasencia, Fernando Pizarro, el mejor posicionado. Pero Alberto Casero, ex alcalde de Trujillo y diputado por Cáceres, famoso hace solo unas semanas al errar en la votación de la reforma laboral en el Congreso, buscó otra opción de la mano del presidente provincial de Cáceres, Laureano León. Los dos, de común acuerdo con el presidente provincial de Badajoz, Manuel Naharro, y el diputado también de Badajoz Víctor Píriz, pactaron que la candidata fuera la concejala cacereña María Guardiola. Así se comunicó a Madrid, que dio el visto bueno, y así se filtró convenientemente a la prensa. 

Cuando Monago preguntó en Génova se le negó tajantemente, pero toda Extremadura y él mismo ya sabían que había una candidata ‘oficial’ con el apoyo de Madrid que era María Guardiola y otro por libre, respaldado por la militancia, que estaba dispuesto a jugársela en un proceso de primarias que era Fernando Pizarro. 

Así estaban las cosas hasta que la semana pasada Génova saltó por los aires. El enfrentamiento con Isabel Díaz Ayuso le salió mal a la dirección nacional y primero cayó García Egea y después los barones pidieron la cabeza de Casado para cambiarlo por el gallego Alberto Núñez Feijóo. En la reunión de presidentes autonómicos del miércoles por la noche en Génova todas las fuentes coinciden en que Monago fue el más beligerante, el que primero habló y el que más insistió en su dimisión esa misma noche. Fue la manera de reivindicarse, de salir al paso del menosprecio recibido todos estos meses y colocar de nuevo las piezas en su sitio, empezando por la suya.

"El placentino Fernando Pizarro se pone en cabeza para ser el próximo presidente regional del PP"

Monago no se va a presentar al congreso como auguran algunas voces. Su tiempo ya pasó y él lo sabe, pero que lo va a dirigir y comandar no me cabe ninguna duda. La rueda de prensa del lunes pasado en Mérida, con los presidentes del PP de Cáceres y Badajoz de la mano y cabizbajos, anunciando que el congreso regional del partido se retrasaba hasta que pase la crisis de Madrid, lleva implícito un mensaje subliminal. Y es él quien coge de nuevo las riendas del partido y, lo más importante, marca los tiempos para su relevo. Alberto Casero ha caído en desgracia como sus referentes en Madrid y, de pronto, no hay candidatura ‘oficial’ avalada por Génova. El placentino Fernando Pizarro se pone en cabeza y, si todo sigue como hasta ahora, veremos si no hay una integración de ambas opciones bajo su mandato.

El azar y la vida tienen estos giros inesperados y ponen las cosas de cara o a la contra según cada momento. Cuentan que Monago esta semana se paseó por su grupo parlamentario en la Asamblea de Extremadura y por la sede del partido en Mérida para observar la cara de la gente. Era el placer de comprobar el rostro de algunos que lo daban por muerto y, de pronto, había resucitado. Feijóo llega y, con él, el poder cambia de manos en todos los frentes, incluido Extremadura.