No está la cosa para bromas, ni mucho menos, ni Ucrania está tan lejos, como muchos piensan, ni el conflicto nos es tan ajeno como algunos dicen. Disculpen que reproduzca íntegramente el poema del alemán y pastor luterano Martin Niemoller con respecto al silencio, o inacción de los alemanes durante el ascenso del partido nazi y la posterior purga realizada durante y después del mismo: «Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, ya que no era comunista; cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, ya que no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, ya que no era sindicalista. Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, ya que no era judío. Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar».

"Es ni más ni menos estupidez, pésimo error de cálculo, aprovechando las ganas de vivir"

Pues no, no somos ucranianos, pero mirar hacia otro lado mientras observamos atónitos el uso desmesurado de la fuerza contra un país soberano infinitamente inferior, donde están muriendo civiles y que el propio Putin ha amenazado con extender a cualquier país en cualquier rincón del mundo, incluso con armas nucleares, es para empezar a plantearse que algo hay que hacer porque nadie quiere repetir la historia, principalmente porque pudiera ser que todos pasemos a ser historia.

Por si fuera poca la lección de vida que la pandemia nos ha enseñado sobre la vulnerabilidad de nuestra civilización incluso de la propia humanidad, y sin haberla superado aún, nos encontramos ahora que la estupidez humana puede ser la peor de las pandemias y la más letal. 

Porque fíjense, no creo que sea ni siquiera avaricia, soberbia, orgullo patrio, estrategia militar ni ninguna de las excusas argumentadas, es ni más ni menos, estupidez, un pésimo error de cálculo, aprovechando precisamente las ganas de vivir y disfrutar de la vida que todos hemos visto multiplicada por mil después de dar gracias por estar vivos, interpretada por alguno como el momento idóneo de recuperar la posición perdida, pensando que no habría oposición.

Si ya es difícil de encajar en un mundo globalizado y civilizado, en pleno siglo XXI, una invasión militar de un país a otro, ahora después de lo vivido, es que sinceramente no nos lo merecemos, los ucranianos por supuesto, pero el resto también.

Pero si antes hubiera sido difícil de entender y digerir las escenas del sufrimiento del pueblo ucraniano, igual que la de cualquier pueblo en conflicto, ahora lo es más que nunca. Deberíamos celebrar, reír y abrazar, sentirnos orgullosos como especie de superar el más difícil de los retos, sentirnos más unidos y hermanos que nunca, ahora tenemos que enfrentarnos al peor de los virus que padece la humanidad, la estupidez humana.

Como dijera Einstein, «no sé con qué armas se combatirá la tercera guerra mundial, pero la cuarta se peleará con palos y piedras», y este humano no era precisamente estúpido.