Pedro Sorela, el mejor profesor de Redacción Periodística que tuve en la carrera, me enseñó que lo primero que hay que preguntarse ante cualquier noticia 'sustanciosa' es 'cui prodest?', o lo que es lo mismo, ¿a quién beneficia? Su consejo se me vino a la mente la semana pasada al leer el titular en este diario de que el SES había decidido consolidar las consultas telefónicas en el nuevo plan de Atención Primaria. Y lo cierto es que no tengo ni idea de cuál es la respuesta, aunque se me ocurran unas cuantas. Lo que sí sé es a quién va a perjudicar la medida sí o sí: a nuestros mayores. Cómo si no hubieran tenido ya bastante, ‘otro palito a la burra’. 

Que nadie se engañe, por más que el consejero de Sanidad, José María Vergeles, lo haya querido vender como "una mejora de la atención al paciente", este ajuste, que en principio no está del todo definido, pero que dicen se "ha mostrado efectivo" para según qué cosas durante la pandemia, no es un avance, sino una nueva chinita en el zapato para los ancianos en el acceso a su médico de cabecera.

Todos estuvimos más o menos de acuerdo en que la asistencia telefónica fuera aceptable en los peores momentos del covid. Aunque cabe recodar que fue una de las cosas de las que más se quejaron los ciudadanos, que incluso denunciaron durante ese tiempo presuntas negligencias médicas derivadas precisamente de la falta de trato presencial en los consultorios. Y que ahora, que supuestamente ha pasado lo peor, se aproveche la coyuntura para colarnos de forma permanente esta nueva praxis es a todas luces un retroceso en la calidad de nuestro sistema sanitario. Más, si se tiene en cuenta las peculiaridades de nuestra población.

Extremadura tiene una tasa de envejecimiento por encima de la media nacional y en la última década ha alcanzado máximos históricos. Con ese caldo de cultivo, es fácil adivinar que serán precisamente nuestros abuelos, los usuarios más habituales del médico de cabecera, los que 'pagarán el pato' de este nuevo 'giro' de la sanidad pública.

Nuestros políticos, que gestionan y deciden desde sus despachos sobre estos nuevos protocolos, demuestran una vez más estar poco en contacto con la realidad en general, y en particular, con la de nuestros pueblos. Quienes sí los conocen, saben que los más mayores ni siquiera llaman a su centro de salud para pedir cita en muchos casos. Ellos acuden lo más tempano posible para 'estar de los primeros' y prefieren mirar a la cara al médico o a la enfermera mientras les cuentan su último síntoma o preocupación. Y estos, que les conocen desde hace años, saben valorar solo con mirarles a la cara cuándo la cosa va en serio y necesitan tratamiento, pero también, otras veces, solo un poco de calor humano. Y esa dinámica no se reemplaza con una llamada telefónica. La tecnología no suple la parte social ni el contacto físico para este grupo de edad.

Y a principios de este año nos dejaron muy claro su sentir hacia este tipo de cambios. Este periódico recogía sus denuncias sobre cómo el nuevo modelo digital impuesto por los bancos los dejaba relegados e impotentes. Y a nivel nacional, se hizo viral la campaña de un médico jubilado de 78 años, con el lema de 'Soy mayor, no idiota', que ponía también el foco en la dificultad que supone para ellos 'bregar' con las trabas tecnológicas.

Pero parece que su mensaje de auxilio volvió a caer en saco roto. Y no es justo que no merezcan ninguna consideración. Ellos, que han apechugado con la peor parte de una pandemia maldita que se los ha llevado por delante por miles en el más absoluto silencio. Que sufrieron lo peor de un confinamiento prolongado, que les condenó a la soledad y les obligó a 'aislarse' de sus seres queridos, viviesen o no en residencias. ¿A ellos, que todavía se resienten psicológica y físicamente de todo eso, les vamos convencer de que mantener las consultas telefónicas es un avance?

Algo huele a podrido en esta sociedad en la que se emplean términos como 'optimizar recursos' en contextos que atañen a la salud de las personas que son los cimientos de nuestra comunidad. Este nuevo 'plan' deja muy claro dónde ponen el acento nuestros mandatarios. Solo les beneficia a ellos, para ponerse 'medallitas' en gestión de personal y recursos. Lo demás, son monsergas y grandes palabras. Política pura.